Ayer llevé a mi hijo Ander al Labrit con la intención de que después de unos años cuente a sus amistades "yo vi jugar a Titín, aquel mito de la pelota a la altura de Atano III, Ogueta, Retegi II". Entrará de lleno en esa tradición familiar navideña en torno a un reserva Rioja del "yo (su abuelo) vi en 1947 al San Lorenzo de Almagro, por entonces considerado el mejor equipo del mundo, la víspera de Reyes en San Mamés contra el Athletic (3-3)", "yo vi (su padre) a Essie Hollis jugar a baloncesto en la Plaza del Mercado de Durango con el Tabirako". Pues él narrará "yo vi jugar a Titín en Pamplona, perdió pero el público le despidió puesto en pie".
Y así fue. El pelotari de Tricio ya estaba eliminado del Cuatro y Medio, se vino arriba, se lanzó a la grada (segunda fila), se dio un coscorrón en los tantos finales y dio una lección de profesionalidad a sus casi 40 año a tantos deportistas mingafrías que pululan por diversas canchas, estadios, carreteras, circuitos, etc.
El bueno de Abel Barriola respiró en el último tanto, le miró a Titín con una mezcla de "qué cansaalmas eres" y de satisfacción por haber ganado un partido (19-22) que el riojano le complicó mucho. El de Leitza tendrá que esperar al resultado de hoy en el Ogueta: A Olaizola le bastan siete tantos, Irujo debe ganar, si no lo hace se clasificará Barriola.
Os dejo retazos de tres periodistas que vieron en directo el emocionante partido de ayer.
Otra lección de amor propio de Titín (Lezeta, Diario Vasco)
Las videotecas, los libros y la historia de la pelota recordarán a Titín por sus títulos, por su número de victorias, por su longevidad, por su capacidad para jugar a primer nivel con casi 40 años. Sin embargo, quienes hemos tenido la suerte de verle en directo durante estas dieciséis temporadas nos quedaremos también con su amor propio, su honradez profesional o su vergüenza torera. Llámenlo como quieran. Saben a qué me refiero. Lo demostró ayer en el Labrit. Hay derrotas que engrandecen a un deportista.
Nadie sabe perder como Titín (Guinea, Diario de Navarra)
Pero Titín es un pelotari único, irrepetible. Nadie compite como él, no hay en el cuadro quien exprima hasta la última caloría de esfuerzo para intentar llegar a 22. Por eso Iker, el chaval que estaba en el Labrit, y los tres cuartos largos de la grada pamplonesa se quedaron prendados por la competitividad de un manista legendario. Con todas sus opciones ya enterradas, el caracolero dio todo un ejemplo de profesionalidad.
Barriola suda tinta para hacer su tarea (Conde, Diario de Noticias)
En esa tesitura, Titín se empleó a fondo, acabó en el rescate de un dos paredes subido por las butacas de contracancha y expuso el competidor innato que lleva en la piel, hilando, una vez que se adelantó dos pasos para entrar de aire, los tantos más fabulosos del encuentro.
Foto Diario de Navarra
Titín, hasta perdiendo es un crack
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