El botillero

Será por deformación profesional (casi veinte años entrenando a basket) o por empatía hacia esos personajes, pero siempre me he fijado en los botilleros en los grandes partidos de pelota.

El sábado en el Labrit tuve el honor de ver el match junto a Martín Ezkurra, paradigma del consejero pelotazale, y de sus certeros comentarios pude deducir que Roberto García Ariño era el Dusko Ivanovic del partido.

Bajo los efluvios de una potente maría (por unos momentos creía que estaba en un concierto de Skalariak o Alpha Blondie) que flotaba en el aire de la Bombonera, consecuencia de una Ley antitabaco que no cumple en los frontones ni Crispín Grijander y de un nuevo público que acude a los grandes partidos buscando la diversión "todo incluido", y pese al colocón, pude comprobar como García Ariño controló el encuentro en todo momento. Sujetó a Patxi Ruiz cuando el de Estella quiso emular en su mosqueo a Irujo, supo parar el ritmo cuando convenía a la pareja de Asegarce, aconsejó certeramente a Bengoetxea VI y al propio Ruiz (en un momento crítico del partido le dijo que entrase de aire en vez de dejar que la pelota llegase al rebote). Esto último me lo apuntó Martín Ezkurra que pese al estruendo de la cancha supo leerle los labios o las intenciones al d  e Axpe-Marzana.

Como digo, le hice un seguimiento a García Ariño (tipo "Lo que el ojo no ve") y me sentí reflejado en el banquillo en esos choques con emoción, decisivos, broncos, calientes en la grada, centrado en el juego, que tantas veces viví en la Plaza del Mercado de mi pueblo. Quizá Ariño IV también sea de la escuela del Tabirako de Durango.

La columna ha sido publicada hoy en Diario de Noticias

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