Un día después de la final el aficionado y la prensa se vuelcan para analizar el juego de Irujo y lo que puede representar en la historia de la pelota vasca. Los hechos ahí están: siete finales, cinco títulos. Con 25 años es el pelotari más joven en conseguirlo. Será el campeón de la Txapela de Oro de 2006 con récord de puntuación en el Ranking de Manista.com y con mil puntos de ventaja sobre el segundo clasificado, Aimar Olaizola.
Ayer tuvimos a Martínez de Irujo en los micrófonos de Radio Navarra y se mostró tal como es: sincero, campechano, disfrutando del momento y siendo muy consciente que es el actual referente de la pelota. La competición le corre por las venas y ya está pensando en el Campeonato de Parejas que comenzará a primeros de año.
Hoy la prensa pelotazale va configurando en sus páginas el mito de Irujo.
Un vencedor sin límites (Tino Rey, El Correo)
GALARZA III
«Ritmo infernal»
Galarza III es un fiel pelotazale que no se pierde una cita importante de la pelota. A la estrella de la promotora de los Vidarte lo venera: «Juan no sólo puede establecer toda una época, es que en estos momentos está haciendo historia, porque a los 25 años nadie puede exhibir semejante palmarés. Tiene algo esencial y que es primordial en el deporte moderno, la velocidad. Impone un ritmo infernal en su juego»
Un hito y dos historias (Javier Leoné, Diario de Noticias)
La cuestión es que las hazañas de Irujo y Retegui son la misma, aunque con versiones bien distintas. Para empezar, dista un abismo entre los partidos que ha tenido que disputar el delantero de Ibero para conquistar los tres torneos más importantes del calendario y los que completó Retegui en 1990. Irujo ha jugado 19 duelos (9 del Parejas, 3 del Manomanista y 7 del Cuatro y Medio), por los 11 de su predecesor (7, 2 y 2).
Irujo reconoce que «igual salí demasiado tranquilo» (Joseba Lezeta, Diario Vasco)
Según algunos pelotazales, tener ganadas varias txapelas da tranquilidad al pelotari. Otros opinan que añade responsabilidad. Irujo posee ya cinco títulos. Asegura que vivió sensaciones contrapuestas en el Ogueta: «Fue algo raro. Le decía a mi padre que estaba para jugar. Igual estuve demasiado tranquilo. Pienso que debía haber saltado a la cancha con mayor tensión. No sé cómo explicarte. Durante la mañana me sentí mal, muy nervioso. Pero me tranquilicé en cuanto llegué al frontón. Calenté bien, pero todo cambió cuando se inició el partido. Quizá me faltó carácter».
«Buenos días» (César Ortuzar, Deia)
Dio la impresión de que le costó meterse en el partido. ¿Por qué?
No lo sé. Cuando fui para el frontón estaba algo nervioso, pero luego me relajé. No sé, pero la cuestión era que la pelota no me salía con velocidad. Me costó entrar en el partido.
¿Qué le decía su padre en esos momentos?
Que me dejara de tonterías y me centrará en el partido. Me comentó que le diera velocidad a la pelota y que empezara a jugar.