Partido y medio después

Aimar elimina a Titín del Cuatro y Medio después de remontar nueve tantos en contra

César Ortuzar / Deia

Partido y medio después Aimar se alistó con todas las consecuencias al Cuatro y Medio. La verdadera dimensión del goizuetarra emergió cuando todo lo tangible estaba en su contra: el marcador, el juego, la pelota y el Adarraga. Le aguardaba un callejón tétrico con el 3-11. El frontón deletreaba a viva voz su nulo futuro. Ocurre que los cracks ejercen cuando se les espera. Tienen ese don. Por eso son lo que son. Cualquier otro pelotari se hubiera ahorcado, dejaría que la moral se le agrietara hasta hacerse añicos en el suelo riojano. Sin embargo, el carácter ganador tiró de Aimar y le rescató definitivamente para la causa. A su paso arrancó a jirones del campeonato a Titín, que encajó un parcial definitivo de 19 a 3. Una avalancha roja.

Augusto cortó prontísimo el riego a Aimar. Sacó su pelota, algo similar a un balín, y su gancho de izquierdas y el de Goizueta se vio en una lavadora. Vuelta a un lado, vuelta al otro. El mareo al que le sometió el de Tricio ante la hinchada riojana era mayúsculo. Olaizola II perdió el norte, incapaz de domesticar el botón cuero del riojano. Se colocó a un paso de la desesperación. Augusto disfrutaba en la cancha parapetado en el saque remate. El Adarraga era Disneyland. La grada, con la temperatura elevadísima, estaba de fiesta. Titín reinaba sin oposición. Las apuestas caminaban del hombro del héroe local. Entonces el riojano cometió su primera pasa del cuatro y medio. Era el 3-9. Aimar le devolvió el presente con otro regalo tras mandar la pelota desede el ancho a las tablas de la contracancha. Después la chivata gritó y Titín holló el meridiano del luminoso 3-11. Desde la cumbre, la figura de Olaizola II era algo así como minúscula, se precisaba la óptica de un microscopio para ver en él la marca del campeón. Un océano separaba ambas márgenes.

La segunda pasa de Títin del acotado conectó definitivamente a Aimar. El goizuetarra apartó de la vista el material que tanto daño le hizo y escogió su segunda pelota. El nuevo esférico trituró la resistencia de Titín muy comprometido cuando debía jugar a bote. El navarro desplegó su juego y su mayor potencia. Al de Tricio le costaba horrores mover esa pelota mientras que Aimar la manejaba con habilidad y contundencia. Por primera vez en el duelo jugaba con los cinco sentidos. Cuando eso ocurre el goizuetarra se asemeja a una maquina. Mandó con pelotas cargadas de peso y después remató de volea, gancho y con alguna paradita al txoko. Olaizola había volcado la dinámica del encuentro.

Titín entró en el umbral del cansancio arrastrado por el ritmo endiablado de Aimar que ejemplarizó con sus carreras y su fondo físico. El riojano se precipitó en barrena. Ya le ocurrió contra Xala la pasada semana. No recupera del mismo modo. Su físico frenó sus ansias y Aimar resolvió el entuerto con un final cómodo, lejos de la espinosa silla en la que esperó durante un partido y medio.

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