Sólo dos de los nueve estelares disputados han tenido emoción y buen juego El ciclo riojano se ha saldado con una nota media que no pasa de discreta
ENRIQUE ECHAVARREN/Diario Vasco
La recién concluida feria de San Mateo, que cierra el ciclo de torneos estivales, se ha saldado con una nota media que no pasa de discreta. Sólo un par de estelares de nueve han tenido calidad, emoción, buen juego. El resto, para olvidar. El público que ha llenado todos los días las gradas del Adarraga se ha sentido defraudado con lo que buena parte de los pelotaris le han ofrecido en la cancha. Muy pocos se salvan de la quema. Además, no hubo día que se mantuviesen las programaciones.
La feria se inició con la ausencia de Oinatz Bengoetxea, lesionado en Lekeitio y que tuvo que pasar por el quirófano. Le sustituyó Leiza, que participó en el partido de delanteros en el cuatro y medio y también en el torneo de parejas. El experimento de la jaula se quedó a medias, no llegó a cuajar. Aunque hubo a quienes sí le gustó…
El torneo de parejas tuvo un comienzo bochornoso. Pascual se cortó en la mano derecha con la cuchilla mientras se ponía los tacos en vestuarios y no dio una. En esas condiciones no debió salir a la cancha, pero lo hizo. Así le fue al zaguero de Abartzuza, que escuchó música de viento y tuvo que ser sustituido después por Apeztegia. Y el nivel de los siguientes estelares tampoco fue demasiado elevado, salvo la exhibición de Aimar Olaizola ante Xala y Apeztegia, a quienes dejó en siete.
Cuatro días tuvo que esperar la sufrida afición riojana para ver un auténtico partido de pelota, el que protagonizaron el miércoles Titín y Goñi III contra Leiza y Patxi Ruiz. Emocionante, vivo, que llenó los paladares de los pelotazales más exigentes.
Desgraciadamente, el jueves se volvió a la dinámica inicial en los siguientes festivales. Poco espectáculo y muchos, muchos errores. Aimar Olaizola mostró su lado humano. No fue el pelotari que ha maravillado durante todo el año. Estuvo desconocido y fue su hermano Asier quien se llevó la mejor parte del pastel.
Y el viernes fue Martínez de Irujo quien protagonizó un partido lamentable, impropio de un pelotari de su categoría. Le pudo la ansiedad y cometió la friolera de dieciséis fallos. Fue abucheado y puso en bandeja el pase a la final a Titín y Goñi III.
Pero lo peor aún estaba por llegar. Hasta que terminó el estelar del viernes no se supo qué pelotaris iban a disputar el desafío por las sesenta cántaras de vino. Asegarce puso en liza a Aimar Olaizola y Patxi Ruiz. Aspe, a Gonzalez, Del Rey y Eulate ante la negativa de Irujo y Lasa III. «Toda la semana pensando para poner esto», comentó con ironía un corredor de apuestas. La improvisación de nuevo a escena. Y cuando las cosas no se planifican y no se analizan, pasa lo que pasa. El resultado fue una pachanga, algo impropio en la mejor feria del verano. Nunca debió haberse programado ese partido.
Y como colofón, la final de Titín. El caracolero volvió a ser profeta en su tierra y marcó la diferencia. Ganó por sexta vez el torneo y al público riojano le sirvió al menos de bálsamo tras una feria demasiado gris. Las empresas deben tomar nota para no incurrir en los mismos errores.