JOSEBA LEZETA/Diario Vasco
Martínez de Irujo obtuvo ayer el billete para su cuarta final grande en dos años de profesional: dos por parejas y dos mano a mano en toda la cancha. En realidad, cumplirá los dos años en la máxima categoría un día después de la final manomanista si no hay aplazamiento y se disputa el domingo 5 de junio. «Cuatro finales en dos años lo habría firmado hasta en aficionados», confesó ayer Irujo con más razón que un santo. Nadie antes había irrumpido de esta manera en el campo profesional. Suma ya dos títulos -uno manomanista y otro de parejas- y va en busca del tercero. Se encontrará en el camino a un Aimar Olaizola que no es igual al de hace dos años, pero que tampoco es tan débil como aquél a quien Irujo batió 22-1 en la pasada edición.
Al de Ibero sólo le resta confirmar esta calidad en el cuatro y medio. Cualidades tiene para ello. Mientras tanto, disfrutemos con él por parejas y mano a mano, que no es poco. Y disfrutemos de Patxi Ruiz.
El partido de ayer en el Atano III es el mejor ejemplo de esa nueva manera de jugar mano a mano. A bote, manistas de esta categoría ponen la pelota muy lejos, casi en el rebote. Y como bien dice Atano X, «no ha nacido aún quien corra esa distancia tan rápido como estas pelotas». Por lo tanto, no queda más remedio que entrar de aire. No sólo Irujo posee un magnífico juego de aire tanto de zurda como de derecha. También Patxi Ruiz lo exhibió cuando le tocó defenderse.
Este estilo de mano a mano puede gustar más o menos. Habrá quienes añoren el de antaño. Pero la propia evolución de este juego y del material nos ha conducido a este juego. Y en este estilo es difícil presenciar un partido de mayor calidad del que Martínez de Irujo y Patxi Ruiz ofrecieron en la cancha del Atano III. Los pelotazales abandonaron el frontón felices. No hay mejor señal que ésa.