Los semifinalistas de 2005, expertos en la volea y el sotamano
Dos de ellos, Gonzalez y Martínez de Irujo, han pasado alguna temporada en el trinquete
Juan Ángel Monreal / Diario de Noticias
El mano a mano es poder a bote, pero también juego de aire. Y cada vez más. Si antes resultaba extraño ver a un voleísta encaramarse a las semifinales de esta competición, ahora es casi imposible que llegue a ellas un pelotari que no posea una defensa al menos notable. Este año, los cuatro pelotaris brillan casi tanto a bote como de aire. Dos de ellos incluso han pasado, aunque sea circunstancialmente, por el trinquete.
Ogueta, Juan Ignacio Retegui y Juan Mari Bengoetxea vencieron en el mano y exhibieron un estilo alegre y poco convencional que les permitió abrir brecha tanto mano a mano como por parejas. Lograron éxitos en todo el frontón, pero su ejemplo no cundió en los años siguientes, dominados por dos pelotaris como Galarza y Retegui, dos clásicos de posturas depuradas que extendían la pelota y acaban con la dejada en una interpretación clásica y casi perfecta de este juego. Eran años de peloteo de poder a poder, y de material seguramente más bajo, que daba tiempo a correr y devolver la pelota. La volea y el sotamano eran instrumentos conocidos, pero no recurrentes.
Fernando Arretxe tomó el testigo a mediados de los 90 e impuso un estilo fresco. El luzaidarra quizá no haya sido el manomanista más elegante, pero sí uno de los más completos. Alcanzó la madurez tarde y llegó a la treintena con el nervio lo suficientemente fresco como para entrar de sotamano y de volea. A su golpe con la derecha, acompañado por un pequeño saltito, unía una defensa a la que tuvo que recurrir para lograr su última final frente a Aitor Elkoro.
Junto al luzaidarra surgió la figura imponente de Rubén Beloki, bautizado como príncipe del sotamano el año que logró su primer entorchado. A su golpe tremendo con los dos brazos, Beloki añadió lo que ahora es ya una constante entre los zagueros que aspiran a la txapela: defensa y ataque sin permitir que la pelota tocara el suelo. Abel Barriola y Patxi Ruiz, menos corpulentos pero más ágiles y elásticos, son modelos perfeccionados de lo que debe ser un buen manomanista: golpe rápido, recursos para defenderse y excelente juego de aire.
más claro que nunca Este año, la nómina de semifinales admite menos dudas que nunca. Sebastien Gonzalez es un voleísta de formación. Crecido en los trinquetes y en las plazas libres, el pelirrojo de Azkain se siente más cómodo cortando la pelota de volea que reculando y golpeando desde abajo, sobre todo si la pelota vuela hacia el ancho. Su encuentro frente a Xala resultó un ejemplo de juego atípico, que a más de uno hizo removerse en sus asientos. «Ninguno es manomanista», comentó Retegui para enfado de Pampi Ladutxe.
Su rival el sábado 21 en Tolosa, Aimar Olaizola es probablemente el pelotari más elegante de los cuatro. Su juego de aire no es poderoso, pero sí sumamente eficaz, tal y como demostró en 2003. Está por ver que sea capaz de enseñar aquel nivel. Su capacidad para parar la pelota en el rincón no es de gran utilidad en el mano a mano, pero puede ser un recurso desesperado.
A Irujo y a Ruiz no hace falta presentarlos. Son los dos mejores sacadores y dos consumados voleístas. El de Ibero pulió sus posturas en sus meses de trinquete. El estellés usa la volea para defenderse, pero si caza bien la pelota puede pasar a dominar con ella.