La intrahistoria de una txapela

Los médicos y preparadores explican cómo recuperaron al pelotari de una grave lesión muscular

L. GUINEA / J. HERNÁNDEZ / Diario de Navarra
Nada más colocarse su txapela de campeón del Cuatro y Medio Aimar Olaizola tuvo palabras de agradecimiento. Su segundo campeonato como profesional tenía dedicatoria con nombres y apellidos. Los de aquellos que recuperaron la triple rotura del dorsal ancho de unos 15 centímetros que le dejó siete meses fuera de los frontones. Los doctores Mikel Sánchez e Íñigo Simón; el equipo médico de la Clínica La Esperanza; el preparador físico Luis Goñi o el masajista Bixente Artola, entre otros, sintieron que un pedacito de aquella txapela también era para ellos.

Todo comenzó el 18 de mayo de 2002. Aquel día el brazo derecho de Aimar Olaizola lanzó su primera señal de alarma. Fue tras un partido durísimo contra Rubén Beloki en el Astelena de Éibar en el que se impuso por 22-21. Lo que en principio parecía una pequeña rotura de fibras de apenas unos milímetros fruto de la intensidad del esfuerzo saltó por los aires el 8 de junio en Vitoria. Olaizola II suspendió el partido de la liguilla contra Patxi Ruiz cuando el marcador apuntaba un 14-9 favorable. Su brazo derecho simplemente no podía golpear una pelota.

Los estudios revelaron que Olaizola sufría una rotura de fibras de varios centímetros (entonces no se precisó) en el músculo dorsal ancho, un engranaje fundamental en el movimiento del golpeo de la pelota.

«Entonces se obró mal. Había mucha presión. La empresa y el pelotari querían jugar la final como fuera, era su primera final. Se le aplicó un tratamiento intensivo con suero enriquecido pensando que sería suficiente, pero no fue así», explica Íñigo Simón, médico de Asegarce. «Las cosas no se hicieron bien».

Olaizola II nunca debía haber jugado aquella final del 20 de julio. Perdió 22-7 en un partido lamentable y recayó en su lesión. Los médicos descubrieron entonces que el delantero de Goizueta había recaído en sus dos lesiones anteriores y sufría una rotura de 15 centímetros (como una foto a tres columnas) en el dorsal ancho.

«Era una lesión grave y la única manera de curarla bien era parando el tiempo que fuera necesario», dice Simón.

Siete meses de oscuridad

Olaizola se enfrentaba a un largo trabajo de recuperación. Pero el delantero de Goizueta lo puso todo de su parte desde el primer momento. Cinco días por semana se trasladaba desde Goizueta hasta Vitoria. Allí tenía asignada una fisio que durante 30 minutos le aplicaba corrientes, ultrasonidos para cicatrizar la rotura. De ahí al gimnasio donde Luis Goñi trabajaba día tras día en el fortalecimiento de la zona. Y así semana a semana durante siete meses. Olaizola II le ha hecho miles de kilómetros a su coche. Eso más el trabajo en casa. Salir a correr, pasear por los montes de Goizueta y vigilar las comidas. En los siete meses que Olaizola estuvo inactivo no engordó ni un solo kilo.

Olaizola recibió el alta médica en diciembre de 2003, pero luego tuvo muchos momentos de duda. Pagó su inactividad en el Parejas 2004 y su confianza -esa palabra que tanto repite el pelotari- se resquebrajó tras el 22-1 que le endosó Juan Martínez de Irujo en el Manomanista.

«Hasta este verano Aimar le ha soltado a la pelota con miedo a romperse la derecha», explica Luis Goñi. «Pero ahora ha recuperado la confianza».

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