JULIÁN RETEGUI / El Correo
No me atrevo a aventurar un pronóstico sobre el partido de esta noche. En mi opinión, las espadas están en todo lo alto. Son dos pelotaris que si sacan a relucir todo el buen juego que llevan dentro, puede ganar cualquiera. Su estilo de juego es diametralmente opuesto. Barriola apuesta por la velocidad y Olaizola II por la contención.
¿Qué estilo se impondrá? Esa es la pregunta que muchos quisieran saber antes de acceder al Atano III, pero muy pronto se sabrá el desenlace. De lo que si estoy plenamente convencido es, que el que abandone el frontón donostiarra con la victoria bajo el brazo, será el nuevo rey de la ‘jaula’. Llegará a la final eufórico e intratable.
Al zaguero de Aspe, que transmite en el frontón las mismas señales que cuando se proclamó campeón en 2002, lo he visto a lo largo del campeonato pisando la cancha con gran autoridad. Ágil de piernas, imprimiendo a la pelota en el saque mucha velocidad, y terminando los tantos en cuanto ha tenido oportunidad.
Hasta el ecuador del partido y con el marcador a su favor es temible. Es un auténtico huracán. En la segunda parte va disminuyendo su pegada y es mucho más accesible en el peloteo. Aimar, si no logra pararlo en los primeros compases, lo pasará mal, aunque siempre hay que esperar de él lo mejor por el fabuloso repertorio que tiene.
Mi pupilo -Aimar Olaizola- es un pelotari habitualmente tranquilo y que no se altera por casi nada. Le gusta alargar los partidos y fiarlos a su físico, curtido en las laderas pirenaicas. Su zurda es una maravilla, con está mano asienta los cimientos de su repertorio. Y a la hora de apuntillar no le tiembla el pulso. Sin embargó, le falta la confianza que extravió con sus reiteradas lesiones.