El balance de la Feria de San Mateo ha sido más que satisfactorio; ha existido plena conexión entre los pelotaris y las 9.000 personas que visitaron el Adarraga
Conseguir que la afición quede satisfecha a lo largo de nueve días de competición ininterrumpidos es una labor complicada. Siempre hay motivos para que algo se tuerza y este año se ha sentido por las numerosas lesiones que han padecido pelotaris que figuraban en los carteles centrales.
NAFARRATE / La Rioja
Sin embargo los relevos que se han planteado han dado la cara y gracias a la enorme capacidad competitiva de todos, la feria ha resultado grande en todos los sentidos. Bengoetxea, Beloki, Apezteguía, Elkoro, Peñagarikano, Tirapu… Todos, sin excepción, han sacado fuerzas de donde en una feria que tiene un poder de convocatoria y recibe a los protagonistas con los brazos abiertos. Pero si alguien ha gozado del calor de la afición, éste ha sido Titín. Su nombre va ligado a este torneo y al Adarraga. Ha jugado de maravilla, la pena ha sido que las fuerzas le han abandonado en los peores momentos. Deleitó a la grada en el cuatro y medio contra Olaizola. ¿Vaya partidazo! Y se ha dejado el pellejo en tres partidos maratonianos, donde ha roto sus promedios.
Acostumbrado a llegar a la hora de partido como máximo, le ha tocado sufrir en batallas enquistadas, de 72, 81 y 86 minutos. Ha tenido que esconder el golpe hasta el último instante porque le ha faltado chispa. No obstante sigue siendo un ejemplo de honradez en la cancha. La gente lo ha agradecido y los días en los que ha intervenido en la función, se han agotado las entradas.
Este año se han batido las marcas de asistencia. Nueve mil personas han desfilado por el Adarraga esta edición. Una cifra sensiblemente superior a la del año anterior. Los buenos momentos ganan por goleada a los instantes más sosotes. Quizá se debería incluir un torneo de segundas ya que siempre que se pone un trofeo en juego los partidos ganan en dimensión. Incluir festivales sorpresa o individuales añade interés y atractivo y motiva a los pelotaris, al margen de sus deficiencias. Las faltas son excusables, aunque no haya que llegar al extremo de un seguidor, que seguro ya está arrepentido.