A punto de cumplirse dos años de la muerte de su esposa, el mejor remontista del último medio siglo afronta la vida de la mano de su hija Maider y con la txapela de campeón individual recién estrenada. Y con esta ya van ocho.
ÍÑIGO GONZÁLEZ / Diario de Navarra
Koteto Ezcurra Zunzarren siempre ha vivido deprisa. De hecho, ha sido tan veloz que con apenas 31 años ya es viudo, tiene una hija y atesora un palmarés que le sitúa como el mejor remontista del último medio siglo. Desde los tiempos de Jesús Ábrego, el mago de Arróniz, los largos cien años de historia del remonte no habían conocido a un pelotari tan completo como Ezcurra. Rápido con la cesta y con la palabra, Koteto es un hombre que está de vuelta en el frontón. Pero de vuelta como manda la experiencia, pues de juego el delantero de Santesteban anda tan servido que los aficionados a la herramienta tienen bien asegurados algunos años más de espectáculo.
Ahora, cuando están apunto de cumplirse dos años de la muerte por enfermedad de Isabel Apezetxea, la mujer con la que Koteto se casó a los 23 años, el de Santesteban asegura que ha rehecho su vida en todos los sentidos. Y en el plano deportivo es evidente. En un mes de agosto eléctrico, el ciclo festivo del Galarreta ha vuelto a consolidarlo como el mejor remontista del momento proclamando al navarro el pasado cinco de septiembre por octava vez campeón del Torneo Casino Kursaal, el máximo campeonato individual de remonte profesional. Y lo ha hecho frente a Iñaki Lizaso, su amigo, su vecino, su quinto y el primo de su mujer.
– Dicen las malas lenguas que en casa de Koteto Ezkurra se abre un cajón y aparece una txapela. ¿Dónde ha colocado esta última?
– No es para tanto, no es para tanto, que sólo tengo ocho. (Risas) No, lo cierto es que no soy nada ostentoso. No me va nada el tema de esas casas en las que llegas y te las encuentras invadidas de trofeos por las paredes. No me gusta ser exhibicionista y por eso sólo tengo un armario donde tengo todas las txapelas bien colocadas en una vitrina. No me hace falta más.
– ¿Y por qué ese celo?
– Pues porque soy así. Siempre me he considerado una persona humilde y el tema de los reconocimientos y homenajes me pone nervioso. No me gusta alardear. El que me conoce sabe cómo soy y que es lo que he ganado, y con eso me vale.
– Entonces, cuándo oye que se refieren a usted como el mejor remontista de los últimos cincuenta años, ¿qué piensa?
– De joven me impresionaba y me sentía muy halagado. Iba con el pecho hinchado a los sitios. Pero eso acaba por descentrarte, porque tienes pocos años, empieza a entrar dinero en el bolsillo, tienes coche, la gente te saluda y todo eso. Ahora de mayor, me tomo los halagos con mucha más tranquilidad. Porque el tema de las figuras es muy relativo. Sí, puede que yo sea ahora el mejor del remonte, pero dentro de unos años puede salir un chaval que empiece a ganar cosas y que me supere. Entonces dirán: «Mira, fulanito es el mejor remontista de los últimos años». Y eso será normal y bueno. Ojalá salga alguien así, porque eso sería un síntoma de salud para este deporte.
– Esta última txapela se ganó con emoción, intensidad y lesión incluida. ¿Ha sido su mejor final?
– Ha sido una de las mejores sin duda alguna. Cuando en una final gozas tanto como lo hice yo, con tanta igualdad, con punteos largos y ves que la gente está disfrutando en el frontón, entonces eso te llena. Disfrutas más. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien en el frontón como ese día.
– Y encima se da la casualidad que Lizaso, su rival en la final, es su vecino, su quinto y su amigo.
Y casi familia…
– …Y casi familia. Tiene que ser emocionalmente muy emotivo llegar a jugarte lo máximo contra alguien a quien se conoce tan bien.
– La gente no se cree la relación que tenemos. Él era primo de mi mujer, mi vecino y me amigo. Es curioso que de un pueblo pequeño como Santesteban salgan dos de los mejores remontistas. Pero en una final no hay amigos. Nos motivamos al máximo antes de salir y luego jugamos con todo lo que tenemos por respeto al público que va al frontón y a nosotros mismos.
– ¿Y cuándo se cruzan por la calle, qué hacen? ¿Se apuestan los vinos?
– Como cada uno tenemos nuestros compromisos no coincidimos mucho, pero cuando lo hacemos, no nos podemos llevar mejor. ¡Pero si es que hemos crecido juntos! Hasta una vez de chavales recuerdo que nos escapamos de un campamento porque nos hacían andar demasiado por el monte. Y ahora mantenemos la relación y cuando podemos salimos a cenar juntos. El otro día después de la final también lo hicimos.
– Esta es su segunda txapela desde la pérdida de Isabel, su mujer. ¿Cómo va reponiéndose?
– Sinceramente, creo que ya he logrado rehacer mi vida. Todo el mundo sabe lo mal que lo pasé en su momento, pero por suerte he logrado salir adelante. Ya han pasado dos años y cada vez me encuentro mejor. Por duro que sea reconocerlo, es cierto que el tiempo cura las herida.
– Y seguro que en esa recuperación algo habrá tenido que ver su hija Maider?
– Ella es lo fundamental.
– De hecho, los aficionados al remonte dicen de usted que es un padre ejemplar, siempre con su hija hasta en el frontón…
– Maider y yo siempre estamos juntos. Intento no separarme de ella porque es lo mejor que tengo. ¿Si la llevo al frontón? Claro, desde que era pequeña. Me da vida y me gusta que vea a su padre jugar y ganar.
– Vamos, que ya le habrá metido el gusanillo por el deporte.
– Y tanto, como que este año incluso le dediqué la txapela de la final. Ahora va a cumplir cuatro años y ya va dándose cuenta de las cosas y por eso se la dediqué. Me gusta que esté vinculada con el deporte.
– Usted sabe que a sus 31 años sigue siendo el referente de compañeros y afición y el hombre en el que confían los apostantes. ¿Cuánto pesa eso a la hora de salir al frontón?
– Yo soy ya un hombre de frontón. Sé cómo funciona todo lo que rodea al remonte y procuro que no me afecte demasiado. Sé que el aficionado se fija en mí y que se juegan su dinero por mí. Y eso pesa. Pero también es bueno, porque me hace exigirme el 120% siempre que salgo a jugar.
– ¿Se cansa de ser líder en el vestuario?
– ¿Líder? No sé si esa es la palabra… pero sí, es cierto que los compañeros miran hacia mí. Es lógico. Pero no es algo de lo que uno se cansa, más bien al contrario. De hecho, cada vez me involucro más con mis compañeros e incluso me preocupa cuando van a salir al frontón y les doy consejos. Será que me estoy haciendo viejo.
– ¿Qué le diría a aquellos que dicen que en el parejas siempre le toca bailar con la más fea?
– Les diría que es normal. Eso es un buen síntoma. Cuando llegue el día en que vea que la empresa me empieza a poner compañeros punteros para darme ventaja me preocuparé, porque quizá haya llegado el momento de retirarme.
– ¿Ha aprendido ya a sobrellevar la presión de la prensa?
– Hombre, presión, presión tampoco. Los periódicos no están todos los días encima mía. Pero sí que creo que el papel de la prensa es bueno. Hubo un tiempo en el que no leía nada porque no estaba de acuerdo con algunas cosas que se decían, pero ahora me gusta ver que se pone. Siempre he pensado que las críticas, si son constructivas, son buenas e incluso necesarias. No creo que me gustara que todo lo que pusieran fuera bueno. Además, que se hable de remonte siempre es bueno.
– ¿Y cuando Koteto se canse del remonte ¿cómo le verán sus vecinos de Santesteban?
– Todavía me quedan años de buen juego y seguiré hasta que el cuerpo aguante. Pero cuando me retire, mis vecinos me verán como soy y he sido siempre, un vecino más que tiene su trabajo fuera del frontón (regenta un asador) y del que quiero vivir.
– ¿Y no quiere seguir vinculado al mundo del remonte? Quizá a través de la empresa.
– La verdad es que no me gustaría. Ya he dedicado más de media vida al remonte y cuando lo deje creo que será suficiente. Me dedicaré a mi familia, a mi negocio y a mis amigos y el remonte lo seguiré desde fuera.