Koteto Ezkurra e Iñaki Lizaso, dos vecinos de Santesteban, quintos y amigos desde la infancia, se disputarán mañana la txapela del máximo torneo de remonte | Es la cuarta gran final entre ambos
Pablo Almárcegui 7 La Estafeta de Navarra
Años atrás, huyeron juntos de un campeonato de fin de curso para ahorrarse las –para ellos– tediosas caminatas por el Valle de Hecho. Hoy, los dos tienen 31 años, son de Santesteban, decidieron un buen día dedicarse al remonte, y… se enfrentarán el sábado, por cuarta vez, en la final del Torneo Casino Kursaal, el máximo campeonato individual de remonte profesional. Los caprichos del destino han querido que las dos máximas figuras de este deporte sean Koteto Ezkurra e Iñaki Lizaso, dos amigos desde la infancia que analizan con naturalidad su próximo enfrentamiento.
Están en la antesala de la final. ¿Qué partido esperan?
Koteto Ezkurra: Similar al de la liguilla. Duro, peloteado e igualado.
Iñaki Lizaso: Sí será duro, y cada uno tendrá que usar sus armas. Me imagino que él jugará adelante y yo atrás. Y será importante sacar bien. Aquí hay pocos secretos…
Dicen que en el remonte el saque es medio partido…
L: Es lo más importante. Parece que yo tengo ventaja ante él en eso, porque Koteto es delantero… pero no es así, porque saca mejor o igual que un zaguero…
E: El saque es el 80 por ciento del mano a mano. Si sacas bien haces mucho daño, vas de cara al tanto y le tienes al otro dominado. Le haces correr mucho, y tienes muchas posibilidades de acabar el tanto.
L: Ésa es un poco la ventaja que tiene Koteto: acaba perfectamente el tanto.
Se trata de la cuarta final a todo frontón entre los dos. Además, son vecinos, y quintos… parece que no tienen secretos. ¿Cómo tienen que jugar para ganar?
E: Bueno… uno juega atrás y el otro adelante. Tampoco hay una estrategia clara. Sí que sabes más o menos dónde no tienes que jugarle al contrario. A Lizaso hay que alargarle la pelota. Como no intentes moverlo o no alargues la pelota, si le juegas al siete o al ocho a bote pronto, te puede complicar. Teóricamente ya sabes lo que tienes que hacer. Pero a veces te pasa que llegas tarde, o a contrapié, y sólo te puedes quitar la pelota de encima.
L: En el mano a mano está ya todo inventado… ya sabemos todo lo que hay que hacer. Lo difícil es ponerlo en la práctica. A éste –por Ezkurra– hay que hacerle un partido perfecto y que él no esté acertado, porque… –interrumpe Ezkurra–.
E: ¡Bah, son todos unos exagerados…! Yo creo que, en estos momentos, el nivel es muy parecido. Quizá hubo algunas ediciones en las que sí que era superior… pero ahora mismo, entre él y yo hay mucha igualdad en el mano a mano. Es un pelotari muy completo. Puedo salir de favorito por lo que sea, pero para mí, es el partido más comprometido que puedo tener.
Para Lizaso es la cuarta final, y para Ezkurra, la décima. ¿Empiezan a acostumbrarse?
L: No. Jugamos todo el año en contra, pero éste es el torneo más importante, y ganar la txapela hace ilusión.
E: No sé por qué, pero no tiene nada que ver una final por parejas que una en el mano a mano. Cuando sales a la cancha sientes que estás solo, y ves semejante griterío… Hay veces que te asustas un poco. Va a ser mi décima final, pero ese día me pongo nervioso siempre, como el que más.
Se han enfrentado en cuatro finales, la primera, en 1998. ¿Qué recuerdan de entonces?
L: Yo venía desde abajo y no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que llegué a la final… Me hizo mucha ilusión, Ezkurra era entonces todavía mucho más favorito que ahora… Pero destacaría, por encima de eso, que los dos somos de un pueblo pequeño, y que llegamos a la final.
E: Bueno, con el paso de los años vas cambiando de mentalidad, te haces más maduro. Aquel año, yo estaba ya de jefe, después de ganar tres campeonatos seguidos. Entonces, llega a la final alguien desde abajo y de tu mismo pueblo… parece que te puede quitar el puesto. Era una presión añadida. Y para él me imagino que, bueno, como a mí cuando llegué a la primera final: te viene un poco grande…
Aquel año ganó Ezkurra, pero en 2000 venció Lizaso.
L: Fue una alegría muy grande. Salí desde el principio mucho más tranquilo que en la final anterior. Jugué muy bien… y sobre todo eso, tranquilo.
E: Para mí no fue una decepción… pero me llevé palo. ¡No quieres perder! Pero bueno, el que está en esto ya sabe que alguna vez le toca. No pasa nada. Los campeonatos son bonitos, y son lo que marcan para la historia a los pelotaris. Pero, a fin de cuentas, lo que importa es estar bien durante todo el año, al pie del cañón. Si sólo juegas bien al final de agosto, eso no sirve para nada.
¿Qué supone para un pueblo como Santesteban –de poco más de 1.000 habitantes– tener a los dos grandes dominadores del remonte?
L: Yo creo que se notó sobre todo el primer año, en el 98. Se animó más gente que nunca, y estaban con ese pique, de quién ganará… Pero creo que ya no hay tanto.
E: Sí, eso fue porque era algo nuevo, fue la sensación. Pero como hemos jugado tantas veces en contra…
Y ustedes, ¿cómo llevan el pique? ¿Tienen rivalidad?
E: Deportiva, mucha. Y la seguimos teniendo. Cuando saltas a la cancha… (interrumpe Lizaso).
L: ¡Ni amigos ni nada! A hacer cada uno su trabajo y a ganar. Pero la verdad es que no ha habido piques de los otros… ¡y nos lo pregunta mucha gente, eh! Acaba el partido y luego, en los vestuarios, estamos igual que siempre.
E: Sí, se comenta, has jugado bien, o mal…
L: Pero como él y yo jugamos… ¡tantas veces! De cien partidos, nos enfrentamos en 90.
¿A qué creen que se debe que sean los dos del mismo pueblo?
E: Casualidad. La afición aquí al remonte es bastante nueva, hasta nosotros, nunca había habido antes ningún remontista.
¿Cómo empezaron a jugar a pelota?
E: Mi padre era manista, pero yo tenía un remonte por casa y tenía curiosidad. Empecé a jugar a guante, como casi todos los chavales del pueblo..Luego conocí a gente que jugaba en Elizondo, probé con ellos, y empecé a darle. Enseguida pase a Pamplona y debuté, con 16 años.
L: Yo jugaba también a balonmano, en San Antonio, pero lo dejé. Estaba en Larrabide, en la residencia de deportistas, y había unos chavales de Elizondo que se entrenaban a remonte. Un día fui con ellos, y mientras se duchaban, cogí el remonte. Y me dije, ¡si yo le pego bien a esto! Empecé a alternar remonte con balonmano, hasta que me tuve que decidir por uno.
Pero, ¿jugaban juntos de pequeños?
E: ¡Claro! Algún partido hemos echado aquí, en el frontón de al lado…
L: Nos conocemos desde Parvulitos… y fuimos pareja en el equipo de guante. En Santesteban no hay escuela, pero todos los chavales cogen el guante y van al frontón, aprenden por su cuenta.
E: Sí, en el pueblo nos juntábamos todos en el frontón. Entonces juegas a pala, a guante, a mano… Todos hemos llevado alguna vez un guante en la mano.
¿Qué les atrae más del remonte?
L: A mí, la velocidad con la que se juega. Eso, y que es espectacular. Yo he jugado a balonmano, a fútbol… a muchos deportes, y para mí, es el más complicado que he practicado.
E: ¿Lo que más me gusta del remonte? El frontón. El remonte me encanta, pero me considero un hombre de frontón. Me gusta el ambiente, la gente… yo voy a jugar y estoy feliz. Luego, lo que más me llama es la velocidad… pero yo no he jugado a tantos deportes como Iñaki… La pelota es lo único que he conocido. Muchas veces, puedes hacer una filigrana, o algo precioso con la pelota… pero a mí, la sensación que se tiene cuando das un golpe bueno, que te da impresión hasta a ti… eso es único.
De pequeños, ¿eran los más deportistas del pueblo? ¿O había otros que sobresalían?
L: Sí, de hecho hay otros dos remontistas profesionales del pueblo que son quintos nuestros. Y jugaban también a balonmano….
E: Los de nuestra quinta hemos sido siempre muy deportistas, y muy buenos además. Unos destacábamos más en una cosa, y otros en otra…
L: Éramos ocho o diez muy deportistas. Un año llegamos a una final de balonmano, con 13 o 14 años. Un equipo de aquí, de Santesteban, jugó la final de los Juegos Deportivos de Navarra… ¡y contra Maristas!
E: Eran los escogidos de toda Navarra, y nosotros, cuatro de aquí… ¡y nos ganaron de milagro!, en la prórroga… Menudos tíos eran, de 1,85 de altura y así. E imagina como era yo con 13 o 14 años… ¡parecía un rodamiento! (risas).
Tantos años juntos… tendrán mil anécdotas que contar.
L: Sí… Una vez nos fuimos los dos de un viaje de estudios porque había que andar demasiado por el monte (risas de los dos).
E: Nos fuimos de viaje de estudios, y nos llevaron al cámping de Hecho. Había que hacer unas caminatas, y unos picos…
¿Pero eran muy deportistas, no? ¿Por qué se fueron?
L: (Risas). Éramos deportistas, pero jugando a cosas, no subiendo picos… Allá no había frontones, no había básket… ¡no había nada! Y nada, nos volvimos a casa en cuanto pudimos, en el coche de la primera maestra que volvía a casa, tres días antes de que acabara el campamento.
¿Qué harían si no fueran remontistas?
E: ¡Yo, albañil!
¿Les iba mal en los estudios?
L: Yo hice Derecho… ¡derecho al bar! (risas). Hubiera trabajado en el bar de mis padres, aquí, en Santesteban.
E: Yo malo malo no era. Hice hasta quinto de Secretariado, en FP… pero lo dejé. Era profesional del remonte, tenía dinero, coche y 18 años…
L: Yo epecé a hacer Administrativo… y en mecanografía le daba a tres teclas la vez (risas). No se me daba bien, la verdad…
¿Pensaron cuando debutaron que iban a llegar a vivir del remonte?
E: Al principio no lo piensas, te centras en lo deportivo. Lo que pasa es que te metes en la rueda. Tenemos suerte, porque hemos llegado arriba en pocos años…
L: Ahora, lo importante es mantenerse. Depende también de la gente que venga detrás. Si pegan fuerte, acortan tu carrera.