Mikel Goñi resucita en San Fermín tras ocho derrotas consecutivas

El discutido delantero navarro, junto a Íñigo Pascual, ridiculiza a Berasaluze VIII y Peñagarikano que se olvidó de la pegada
Tino Rey / El Correo

El penúltimo festival de abono de la feria de San Fermín, de transición, contó con la presencia de Mikel Goñi, apartado del Torneo por sus malas y reiteradas actuaciones. Llegó, venció y agradó. En compañía de Íñigo Pascual pusieron en evidencia (22-13) a Berasaluze VIII y Peñagarikano.

Mikel Goñi caminaba a lomos de las derrotas y bordeando la controversia. Sus últimas ocho intervenciones dentro de las programaciones de Aspe, las escribió dejando tras de sí un profundo borrón. En la madrugada de ayer martes le dio la vuelta a la tortilla ante una pareja de Asegarce, que mostró un talante conformista y fallón.

Mikel Goñi tiene un don especial para renacer de sus propias cenizas. Resurge del polvo cuando más necesitado está. Antes de la cita sanferminera era cuestionado por los pelotazales y especialmente por su propia empresa, la promotora de los Vidarte.

Su juego venía emitiendo excesivos interrogantes. Mal en defensa y regalando a sus rivales tantos a diestro y siniestro. Su físico bajo mínimos. Y su volumen, más propio de un levantador de piedras que de un pelotari de élite. Amalgama de kilos, músculos y grasas.

Sin embargo, en sus genes almacena ese don que arrastran los elegidos. Tiene unas cualidades innegables para el juego de pelota que causan sorpresa y admiración al mismo tiempo. Hace cosas en la cancha extraordinarias, pero año tras año viene dilapidando su crédito de una manera irracional.

Llegó a Pamplona de la misma guisa que tiene acostumbrados al personal, triunfó y sacó los colores a Berasaluze VIII, que exhibió un agujero cósmico en defensa, y Peñagarikano. Por cierto, que el zaguero guipuzcoano destapó una pegada irrisoria, a duras penas pasó la pelotas de los cuadros delanteros.

© Pelota Vasca - Manista. Diseño: iLUNE