La capoeira de Van Nistelrooy

vannistelrooyOporto, Martín Arrantzale

Ayer llegamos a Oporto por la tarde. La Selección se fue derecha a entrenar y nosotros, Antonio el gaviero y yo, nos aposentamos en una pensión del casco histórico en la margen derecha. Desestimé el hotel que me correspondía por ser enviado especial de Euskal Sport y me alojé en el barrio que vio nacer a mi amigo, hace ya muchos años. Por las calles había gran ambiente entre los tedescos y los oranjes. Regaban sus incandescentes cuerpos con cerveza mientras se dirigían poco a poco al estadio del Dragón.
Era el partido de la jornada, un Alemania-Holanda, desde la Segunda Guerra Mundial siempre es atractivo.

Comimos por el camino, en concreto nos salimos de la autopista en Santo Tirso donde unos amigos del gaviero regentaban una casa de comidas. Dimos cuenta de una excelente caldeirada, yo sin vino porque había que conducir, y reemprendimos la marcha hacia Oporto.

En el salón de la coqueta pensión del barrio Foz do Douro tenían enchufado el partido entre Letonia y la República Checa. Antonio se durmió con el golpeo inicial del Roteiro y yo contemplé como los letones podían dar otra de las sorpresas de la Eurocopa. Los bálticos comenzaron marcando con un gol, al filo del descanso, de su figura con nombre impronunciable Verpakovski, que tiene pinta de joven oficinista de Ogre, en la orilla del Daugava. Fue a falta de un cuarto de hora cuando Nevded y compañía empataron (Baros) y ganaron (Heinz). 2-1 para la República Checa con un Poborsky genial que aguantó con clase las dentelladas de los perros de Riga.

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