Irujo, Xala, Goñi II, Tolosa, Agirre, Elkoro, Errandonea y Retegui I hablan sobre el dominio foral en el mano a mano
Ha habido 33 victorias navarras en los últimos 35 años
Pablo Almárcegui / La Estafeta de Navarra
La irrupción de Yves Xala en la final del Manomanista de este año se cernió como una amenaza en el panorama pelotazale navarro: en 32 de los últimos 34 años, la txapela más importante de la pelota había sido ganada por navarros. Sin embargo, finalmente, el delantero de Iparralde cumplió con la lógica, y cayó el domingo ante un chaval de Ibero, Juan Martínez de Irujo… y ya van 33 de 35.
Han pasado ya 15 años desde que un no navarro, Tolosa, venció en el Manomanista de Primera. Y antes, hay que remontarse a 1977 para ver a un guipuzcoano, Gorostiza, calarse la ansiada txapela. ¿A qué se debe el dominio navarro? ¿Es por el número de aficionados? ¿Hay acaso un gen navarro?
Irujo: pelotari de Ibero. El último campeón, Juan Martínez de Irujo, afirma que como más se aprende a pelota es en el frontón del pueblo, con los amigos y jugando con pelota goshua. «Lo del dominio navarro no sé por qué será, pero la verdad es que estamos muchos pelotaris, y casi todos venimos de algún pueblo, donde las opciones son limitadas: o se juega a fútbol o a pelota», dice el delantero de Aspe. Su contrincante en la final, Yves Xala, no encuentra una explicación: «No me fijo en esas cosas, pero sí que es cierto que cada año llega un navarro a la final. Tienen mucha afición».
Goñi II: mejores escuelas. A los pelotaris navarros se les asocia directamente con su localidad de origen –que en muy contadas excepciones es Pamplona–. Así, en Oronoz Mugaire, localidad baztanesa de 500 habitantes, hay un pelotari de la fama de Mikel Goñi. «¡Los navarros somos mejores, superiores tanto a giputxis como a vizcaínos!», bromea. «Supongo que es porque en Navarra hay más escuelas y, sobre todo, se compite más desde edades tempranas. Eso hace subir el nivel de los pelotaris, porque en Navarra hay mucho nivel medio. En cambio, por ejemplo en Guipúzcoa, el que es bueno no tiene tantos rivales contra los que superarse», señala.
Tolosa: Declive giputxi. Joxean Tolosa, el último no navarro txapeldun, indica que en Guipúzcoa «es muy raro ver a chavales jugando a pelota. En Navarra no pasa, pero en otras provincias, la pelota ha ido a menos. Hoy en día si se va a los pueblos de Guipúzcoa, es muy difícil ver gente jugando. Sólo salen pelotaris donde hay tradición familiar. Si no, por sí solos, hay muy pocos chavales que se aficionan a la pelota. Antes, de diez chavales que había, jugábamos nueve; ahora, sólo juega uno… y si juega», lamenta.
Agirre y las estadísticas.
Un vizcaíno, Imanol Agirre, apunta al mero hecho de que en Navarra «hay más afición. Simplemente por estadística, parece lógico que lleguen más pelotaris a profesionales y que salgan campeones. La explicación no la sé, pero quizá es porque en Navarra hay más pueblos pequeños, y ésa es la base de la pelota», comenta.
Elkoro: no es casualidad. Mientras, el guipuzcoano Aitor Elkoro (hasta Xala, el último no navarro que alcanzó una final, en 1999), reconoce que si siempre ganan los navarros «es por algo. Lo que está claro es que casualidades no hay. En Navarra es donde más se juega a pelota, por lo que sea, hay más afición», afirma.
Errandonea: gran base. Por su parte, Inaxio Errandonea Errandonea, subcampeón del torneo en 1994 y 1995, señala que en Navarra «hay una cantera impresionante. Sólo hay que ver la cantidad de gente que juega en aficionados. Hace años, hablábamos de rachas respecto a los guipuzcoanos, pero es que ya son muchos años con campeones navarros. Se trabaja muy bien en la cantera», insiste el zaguero de Vera.
Retegui I y la cabezonería.
Pero si hay alguien que está acreditado para hablar del gen navarro, ése es Juan Ignacio Retegui, Retegui I, vencedor del campeonato cinco veces y, sobre todo, el primer navarro que se caló la txapela. Fue en 1969. «En Navarra hay muchas posibilidades para jugar, en las escuelas y en los pueblos, y eso es por una labor de muchos años», indica. «El dominio navarro se da por muchas cosas. Para ser pelotari hace falta una predisposición, y luego, mucha afición. Y como en todo en la vida, ser un poco cabezón también tiene su importancia», reconoce. «Hasta que gané la primera txapela, en Navarra se jugaba a pelota, pero no con la idea de ganar el campeonato. En mis tiempos comenzó una auténtica revolución, es algo que pasa en todos los deportes, como cuando salió Induráin en el ciclismo. Pero en el caso de la pelota, ha durado muchos años… y todavía seguirá durante mucho tiempo», concluye el padre del gen.