Juan Ángel Monreal / Diario de Noticias
A Iker Arretxe Nagore le ha llegado el momento de vestirse de azul y blanco y fajarse de verdad, en partidos con corredores de apuestas. Mañana por la tarde, después de comer temprano, acudirá al Labrit para estrenarse como profesional en Asegarce, empresa que cuenta con 30 pelotaris. Ha firmado para cuatro años y se da un margen de dos o tres para descubrir dónde se encuentran sus límites. «Creo que en ese tiempo veré hasta dónde puedo llegar. Todos no podemos ser Irujo o Beloki», explica.
El ejemplo de Fernando Arretxe, de su padre, ha sido decisivo en la carrera aficionada de un joven crecido en Pamplona, pero que prefiere ser considerado como «pelotari de Valcarlos». «Yo soy de allí», razona.
¿Cómo ve su primer partido?
Es un partido precioso. Me han puesto al mejor compañero posible, pero me enfrento a un adversario complicado. Unanue es un delantero experto, rematador, que saldrá a tope. Pero yo también voy a ir a por todas.
Defínase como pelotari.
Soy un delantero al que le gusta entrar de aire, el juego alegre en los primeros cuadros. Creo que tengo un buen saque y me dicen que suele defender bastante bien.
¿Y qué le falta?
Entre otras cosas, coger algo de fuerza y también experiencia. Eso se logra jugando partidos.
Ahora todos los delanteros dicen que son alegres…
Los delanteros tienen que ser rematadores y dar espectáculo. Si no, la gente se aburre. Hay que entrar de gancho, de volea y cortar la pelota.
¿Cómo le responden las manos?
Bastante bien. No suelo tener problemas y, cuando me molesta, prefiero el reposo. No suelo darme masajes. Si me tocan se me estropean más.
¿Qué competiciones le gustan más?
Me gustan, sobre todo, las competiciones individuales. Ahí eres tú, tanto si ganas como si pierdes. No hay compañeros ni nada. Es ahí donde tienes que demostrar las cualidades, el juego que realmente tiene.
Y entre el mano a mano y el cuatro y medio, ¿qué prefiere?
Me gustan las dos, pero si tengo que escoger una me quedo con el mano a mano. Es la competición más completa, la más difícil, la que exige una preparación física más fuerte.
¿Cómo sería el pelotari perfecto?
La derecha de Patxi Ruiz, la zurda de Xala, el aire y el saque de Irujo y la inteligencia de Aimar Olaizola.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la pelota?
Con mi padre en el frontón. Solía llevarme con él a Eibar, a Bergara. A mí me gustaba verle jugar. Yo soy pelotari por él. Sin él no sé a qué me habría dedicado. Hubiera tenido que seguir estudiando y la verdad es que no me gustaba mucho. Yo empecé como todos, peloteando en la cocina de casa, hasta que me entró la afición. Luego me apuntaron en el Oberena y así empecé a jugar partidos.
¿Recuerda alguna de las txapelas de su padre?
Sí, las dos. En 1994, cuando sacó la primera, yo tenía sólo nueve años, pero la recuerdo perfectamente. Se jugó con retraso. Fue una gran alegría, me quedé muy contento de ver ganar a mi padre. Me solía colocar cerca de él, donde me dijera la empresa. En el rebote del Atano, junto al frontis… La verdad es que solía ponerme bastante nervioso. Me gustaba verle jugar: su pegada y su juego de aire. En la cancha, además, daba todo lo que llevaba dentro.
¿Y usted cuando decide ser pelotari profesional?
A mí me gustaba de siempre, pero fue hace año y medio cuando decidí dejar ya todo por la pelota. Empecé a ir a Vitoria a los entrenamientos y a hacer vida de pelotari: entrenar un poco por las mañanas, bien en el gimnasio o en el frontón, y descansar un poco por las tardes. Tampoco hay que agotarse.
¿Supuso mucho cambio entrenarse en Vitoria?
Cambias de rivales, de velocidad en la pelota, de tipo de material. Allí hacemos partidillos de entrenamientos.
¿Y quién le corrige errores?
Sobre todo mi padre. Es él quien más me enseña. Suelo entrenarme con él.
¿Y quién gana en los entrenamientos?
Pues la verdad es que yo. Él pone todo lo que tiene, pero ya le suelo ganar. En el cuatro y medio me enreda, pero el tanto se lo meto yo.