«Cantan como pelotaris», Borges dixit

Borges-sky Así definía el literato argentino Jorge Luis Borges a Jorge Negrete y sus cuates de la canción ranchera. En las mil páginas de los diarios de Bioy Casares se recogen unas confesiones que le hizo Borges sobre México y los mexicanos. La frase es genial: "Cantan como pelotaris" para decir que no le gustaba ese tipo de música. Si supiera el maestro Borges que las rancheras han estado siempre unidas a la pelota. Y todo eso lo dijo el autor de "El Aleph" sin haber escuchado a Irujo y Goñi III tras la final del Parejas en una sidrería. Al que quizá escuchó es a Pampi Laduche el paradigma de pelotari cantor.

Reproducimos el texto donde hemos encontrado dichas informaciones: Letras Libres, Héctor Manjarrez

Año 1954, p. 96. “Comen en casa Borges, Frías y Peyrou. Oímos discos mexicanos, que no gustan nada. Borges dice que parecen cantados por pelotaris. ‘Qué voz. Es una cosa perfecta, pero fría’, agrega irónicamente. Con aprobación oímos después algunos blues.”
 
La idea de estos cuatro señores muy cuadrados y estirados oyendo blues es deliciosa; ¿de vez en cuando alguno dice oh, man! con voz profunda?
¿Y de quién será la fría voz perfecta? No sé bien por qué me imagino a Jorge Negrete, tan impecable, tan clásico.
Sin embargo, no concibo qué entiende Borges por un canto pelotari. ¿Una voz dura que recorre muy rápido un largo espacio?
¿O es posible que sólo refleje su conocido menosprecio por todo lo vasco; o su indetenible compulsión por emitir comentarios sardónicos, atinados o no? Como notará cualquier lector del amplio compendio de Bioy, don Jorge Luis suele manifestarse tan tajante como burlón.

¿Y que dijo Jorge Luis Borges sobre lo vasco? Pues esto:

“Yo tengo mucha sangre vasca. pero ¿qué han hecho los vascos? Bueno: ordeñar, hacer queso, estar de mal humor -en el caso de Unamuno- y se acabó. Si no hubiera habido vascos la historia del mundo hubiera sido exactamente igual. Nadie se hubiera dado cuenta. Es casi como si no hubiera habido moscas, por ejemplo. (Claro que las moscas son más molestas que los vascos). No entiendo cómo alguien puede sentirse orgullosos de ser vasco. Los vascos me parecen más inservibles que los negros. Se habla de la voluntad vasca, de la terquedad vasca y ¿para qué ha servido? Nada más que para ser españoles o franceses. Por lo demás, han producido unos pintores excecrables y un escritor insoportable como Unamuno. Yo también tengo esa sangre, pero cuando enumero mis orígenes soy muy cuidadoso en olvidarme de los vascos”.

Todo ello debía venir porque pensaba (erróneamente) que el maestro Carlos Gardel, el interprete de tangos, era de origen tolosano y no le gustaba cómo cantaba esa clase de música, baluarte de la canción argentina. Al contrario a Borges apreciaba mucho como entonaba Gardel la canción campera.
En fin, uno que es vasco, sonríe al leer lo que pensaba Borges de nosotros. Sirve para rebajarnos el ombliguismo y para releer otra vez El Sur

Dahlmann se acomodó junto a la ventana. La oscuridad fue quedándose con el campo, pero su olor y sus rumores aún le llegaban entre los barrotes de hierro. El patrón le trajo sardinas y después carne asada; Dahlmann las empujó con unos vasos de vino tinto. Ocioso, paladeaba el áspero sabor y dejaba errar la mirada por el local, ya un poco soñolienta. La lámpara de kerosén pendía de uno de los tirantes; los parroquianos de la otra mesa eran tres: dos parecían peones de chacra: otro, de rasgos achinados y torpes, bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto, sintió un leve roce en la cara. Junto al vaso ordinario de vidrio turbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita de miga. Eso era todo, pero alguien se la había tirado.

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