No se vayan todavía (Nafarrate, La Rioja)
No vayan a creer que nada más acabar el partido me he puesto a
escribir. No. Me lo he tomado con tiempo, el necesario hasta que me
bajaran mis pulsaciones. Mis manos temblaban, mi corazón se salía del
pecho. Mis compañeros de otros medios de comunicación me miraban a mí
más que al partido. Qué le voy a hacer. Para la final me llevo el
desfibrilador de bolsillo. Y eso que uno trata de ver las cosas con
cierta distancia.
"¡Escucha mamá!" (César Ortuzar, Deia)
Yolanda no fue la única que lloró. También lo hizo Nafarrete, un periodista riojano. Dichoso. Contenido por la profesión. No escribirá la crónica más objetiva, nadie lo hace ciertamente, pero seguro que será la que más deseaba. Al menos hasta el próximo 2 de diciembre, día de la final. De alguna manera, de eso se trata, de querer. De desear. Ése es el motor que mueve los músculos de Augusto. Su amor por la pelota, su devoción por el juego y su instinto ganador le alcanzaron para sobreponerse a Aimar Olaizola, un pelotari exacto, computerizado, al que le sobrepasó la apuesta agitada del riojano. Su desorden.