Las chirigotas, las jugosas coplas que acompañan el Carnaval de Cádiz, han alcanzado el Campeonato de Parejas. Únicamente tomándoselo con humor es digerible un torneo que nació con trampa y cartón: con una liguilla de octavos cincelada para llenar las alforjas de las empresas y un reglamento que se carcajea de la competencia deportiva. Los cuartos han revelado varios defectos del sistema. El primero y más sangrante que las victorias de la primera fase carecen de un justo premio y las derrotas no reciben ningún castigo. Es lo mismo ser último que primero. Víctima o verdugo. Curioso método. Los hay que han ganado cuatro de los seis partidos disputados, caso de Irujo y Goñi III y están fuera. Por el contrario, se puede vencer en sólo dos ocasiones y estar en la antesala de la final, caso de Oinatz y Patxi Ruiz. Es legal, pero no es justo. En segundo lugar, resulta curioso el modo en que algunos pelotaris han acometido los encuentros dependiendo de su trascendencia. Se ha evidenciado que más de uno se reservó en la primera fase porque el sistema lo permite. De lo contrario, es difícil justificar el impulso adquirido por algunos. Esas actitudes torpedean el propio espíritu de la competición y enervan a los pelotazales que claman por un torneo menos viciado. Lo carnavalesco continúa con episodios surrealistas como el que se puede dar con la entrada de Aimar, también ajustada a derecho, al Parejas. El de Goizueta, validado por el reglamento, tiene la posibilidad de estar en las semifinales si gana el primer partido que disputará en la competición. En caso de que Aimar ganara el torneo lo haría tras jugar menos encuentros que Koka, su sustituto. ¿Le darán una parte de la txapela al delantero de Altza.
PD: Para completar la información de César Ortuzar os dejó el ejemplo de una chirigota gaditana con componente deportivo. El popular Yuyu es el artífice de ella.