Estas son las crónicas de la gran victoria de Bengoetxea VI sobre Barriola.
Un nuevo rey (Diario de Noticias)
Oinatz impuso su estilo y su ritmo de principio a fin. Su frescura, su capacidad de sufrimiento, su juego de aire y, sobre todo, sus restos le valieron para pasar por encima de un rival para el que no hubo premio ni consuelo. Bengoetxea aparcó su felicidad y la de sus seguidores después del último tanto. Apartó a quienes saltaron a la cancha para agasajarle y se marchó directo a por Barriola. Le abrazó y después se metió de lleno en la vorágine de la celebración de su primer título profesional. Mientras tanto, Abel enfiló el camino hacia los vestuarios. Asier García, botillero de Oinatz, trató de consolarle. Su primo Jon también lo intentó. Pero no hubo forma. Cabizbajo y cabreado se marchó a rumiar una nueva derrota, la cuarta que encaja en las últimas cuatro finales individuales que ha disputado. El partido le pasó por encima, como Oinatz, el nuevo jefe de la mano profesional.
Paso al rey del sotamano (Lusi Guinea/Santiago Zuza)
El color del partido fue girando pelotazo a pelotazo, tanto a tanto. La solidez y teórica superioridad de pegada de Barriola se fue diluyendo. Su pelotazo atrás no resultaba efectivo, tampoco acertaba a cruzar. Al mismo tiempo Oinatz le iba enredando en su guerra de guerrillas, en ese ritmo incómodo basado en la velocidad que primero no deja seguir tu patrón de juego, después va creando dudas y termina ahogando al rival hasta hundirlo en la desesperación.
El gigante en el que nadie creía (Joseba Lezeta, Diario Vasco)
Se presentó como un apache cargado de flechas con las que pretendía hacer frente a rivales con armamento potente y sofisticado, incluidos misiles tierra-aire. En las películas del Oeste el indio acaba, antes o después, descabalgado con algún disparo. Oinatz ha esquivado todos y este film ha tenido un desenlance inesperado. Ha ganado el apache porque guardaba todavía un puñado de flechas para la final, para un Barriola desconocido al que Oinatz metió en una de sus trampas. Todos sabían dónde las ponía, en qué consistían, pero también Abel cayó en ella.
El estado de ánimo, la psicología, la intrahistoria de la final, su tripas, dejaron tieso a Abel Barriola, incapaz de sobreponerse a su ansiedad. Al vértigo que le produce una situación que exige más personalidad que juego. El zaguero de Leitza no alcanzó su nivel. Le sucede en las finales, que le devoran irremediablemente. Van seis. Una lástima. No puede con ellas. Se quedó cortísimo en su puesta en escena y el partido se quedó cojo desde el amanecer. Mutilado. Irreconocible Abel. Descabezado de tanto pensar. Obsesionado en querer demostrar lo que es evidente. Que se trata de un gran campeón. El entusiasmo, el arrojo y la calidad de Oinatz le vaciaron. Poco a poco.
Bengoetxea VI pone patas arriba el Atano (Tino Rey, El Correo)
La cátedra, que tiró el dinero 100 a 2,5 euros, sufrió un fuerte varapalo. Un día más sus tesis se diluyeron en la misma medida que el delantero de Asegarce fue poniendo con su juego de aire tierra de por medio. Hubo apostantes que jugaron de salida por abajo 5.000 euros contra 20.000, y se fueron para casa con los bolsillos llenos.
El delantero de Leiza exhibió desde los primeros tantos, que se los fue apuntando a su favor, una defensa de sotamano impresionante. Hubo tantos que los resolvió exclusivamente con esa arma, que los aficionados veteranos consideraban heterodoxa.
Oinatz se cala su primera txapela (Gara)
Porque tan importante resultó la determinación mostrada en todo momento por el delantero de Asegarce como la incapacidad de Abel para quitarle pelota. Sólo en un par de ocasiones consiguió que su convecino corriera atrás. No le pasaba. Y así, con el contrario esperando sobre la raya del cuatro o en el cinco como sumo, es mucho más complicado lanzarse a acabar el tanto. No lució esta vez la calidad para el remate del de Aspe: un par de dejadas y otras dos voleas definitivas.