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CUANDO LOS PELOTARIS VASCOS DE BRASIL MURIERON DE FIEBRE AMARILLA
En estos tiempos de pandemia mundial que afectan al deporte profesional, entre ellos, a la cesta-punta (el frontón de Dania sigue parado en EEUU), compartimos aquí la increíble historia de los pelotaris que jugaron en los frontones de Brasil a finales del siglo XIX. La fiebre amarilla causó la muerte de al menos 18 pelotaris. La historia, compartida por la Gernika Jai Alai en su cuenta de facebook, se recoge también en varios libros sobre la historia del Jai Alai. Artículo y fotos:
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PELOTARIS MUERTOS POR LA FIEBRE AMARILLA EN BRASIL
Los pelotaris vascos llegaron a Rio de Janeiro en plena epidemia de fiebre amarilla. El primer fallecido fue Angel Osa “Zumaia” pero no murió de esta afección sino de fiebres tifoideas. Las condiciones higiénicas no eran las más idóneas cebándose con los habitantes de San Sebastian de Rio de Janeiro. El 18 de octubre de 1891, tan solo un mes más tarde del inicio de la primera temporada en Brasil, fue hallado muerto en su residencia. El 31 de diciembre de 1891 la Compañía del Frontón Fluminense realizó un festival benéfico a favor de las familias de “Zumaia” y Vicente Otaduy, segundo fallecido aquel año de 1891. Pedro Legarrigartu Urdanpilleta “Mondragón”, logró curarse de la infección el año 1892 abandonando el país.
También falleció “Velasco” quien vino contratado por el frontón Catete y que luego paso a formar parte del cuadro de Lavradio. Este año 1894 era ofrecida una misa en su recuerdo en la Iglesia de San Francisco. La revista deportiva “Frontão” informaba como “completamente aterrorizados, después del fallecimiento de Esponda y José Luis, dejaron nuestra capital los artistas pelotaris Aduna y Beloki que partirán en el Equateur para Buenos Aires, y Estudiante que embarcó en el Portugal”.
Tanto las revistas “El Pelotari” y “Frontão” así como los periódicos “Laurak Bat” o “El Fuerista” (por citar algunos) subrayaban que de los 13 pelotaris que fueron a Rio de Janeiro ya eran 9 los muertos por la epidemia. El pelotari Fermín Iribarren comenta que fallecieron 18 compañeros, razón por lo que viajaron a Sao Paulo donde se encontraban menos expuestos al contagio.
Lista de fallecidos:
Angél Osa “Zumaia”. “Vicente Otaduy”. “Velasco”. “Martin Etulain” hermano de Santiago Etulain (febrero de 1894), José Ignacio “Parodi” de 27 años (el 18 de febrero de 1894), “Aizpurua” (5 de marzo de 1894), “Laulle”, “Mujica” (21 de marzo de 1894). Antonio “Elizalde” de 25 años y Ramón “Gorraiz” de 23, ambos solteros. José Bengoetxea “Zurdo de Villabona” (3 de mayo de 1894), Martin “Malkorra” de 27 años, casado y residente en Praia do Flamengo 12 (el 6 de mayo de 1894).
Después de la muerte de Ramón “Esponda” le sigue la del pelotari “José Luis”. Laureano “Toledo”, de 25 años, murió en Sao Paulo a donde viajó por consejo médico para curarse. Crispín Lekumberri “Errotari” es noticia por la misma razón en los periódicos americanos y europeos de la época fallecido el 10 de mayo. Lorenzo “Otegi” de 18 años (mayo de 1894), murió en Rua del acueducto nº 98 donde residía. En 1896 Ramón Urbieta, “Rigoleto”.
Para hacernos una idea, el 15 de marzo de 1894 fueron enterrados en la ciudad 103 afectados entre los que se encontraban 35 indigentes. La fiebre amarilla la introdujo en el Brasil en 1849 un bergantín norteamericano que atracó al muelle de Bahía con un caso de la enfermedad a bordo. Enseguida cundió el mal entre los locales. En diciembre de aquel mismo año la goleta “Navarra” llevó la enfermedad de Bahía a Río de Janeiro. La enfermedad se propagó rápidamente, adquirió su máximo incremento en tres años: de 1891 a 1894, causando 15 mil defunciones solamente en la ciudad de Río. Se desconocia que la transmisión de la enfermedad era ocasiaonada por la picadura de mosquito.
En los primeros doce meses de la campaña de Oswaldo Cruz, la mortalidad por fiebre bajó en 1903 de 584 a 48, subió a 289 en 1905, pero después no hubo más epidemias. El índice de mortalidad anual fue bajando sin cesar: a 42, a 39, a 4. En febrero de 1907, un mes antes de la fecha en que se había comprometido, Oswaldo Cruz dijo al presidente que ya no existía la fiebre amarilla en Río.