En la dura, desértica y enigmática tierra de Arizona, en el Oeste americano, de indubitable pasado español, en la ciudad de Flagstaff, una de las pocas habitadas en cientos de millas a la redonda, sigue en pie el último frontón de pelota vasca, de los muchos que hubo en el Estado, constituido en 1912.
Este frontón, hecho de arenisca, de 40 pies de alto y vencido en parte por el paso del tiempo tiene todavía con la capacidad intacta de representar el pasado y las vivencias de muchos españoles que desde comienzos de siglo veinte dedicaron su esfuerzo y, en buena parte, su vida, a las labores de la ganadería en Arizona.
Emigrantes de distintos puntos de la Península que fueron contratados para llevar la vieja sabiduría española en el trato con la oveja lanar y empujaron una economía pujante, la estadounidense, que ya se situaba a la cabeza del mundo.
Las viejas paredes del frontón al que nos referimos están ubicadas en la calle San Francisco de Flagstaff y antaño eran contiguas a un hotel, a una casa de huéspedes, fundada en 1926 por el español, Jesús García; hotel, casa de hospedaje, que sirvió, a lo largo de los años que estuvo en servicio, para que numerosos pastores y ganaderos españoles, fueran atendidos.