El orgullo del remonte

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Se cumplieron ayer 35 años de la inauguración de Galarreta, un frontón que ha sido testigo de grandes momentos de gloria y que quiere seguir vivo muchas décadas más
ENRIQUE ECHAVARREN/Diario vasco

Galarreta celebró ayer su 35 cumpleaños. Ha llovido mucho desde que José Ángel Ercilla, Iñaki Lasa, recientemente fallecido, y, sobre todo, Eugenio Azkue decidieron lanzarse a la aventura de construir un frontón en medio del monte, rodeado de caseríos. Posteriormente se les unieron José Mari Salsamendi, Luis Mujika y Unsain, pero el primer paso fue suyo. El más arriesgado. El terreno les costó ocho millones de las antiguas pesetas y la construcción del edificio entre 42 y 44. En total, 50 millones de pesetas -300.000 euros-. Un dinero importante en aquellos tiempos. El frontón se inauguró el 13 de junio de 1970. Era un sábado.

Juan Antonio Ercilla es el actual gerente de la empresa Remonte 2000. Se incorporó al proyecto en 1969, nada más concluir la carrera de Derecho en Pamplona, animado por su entorno familiar. Él es quien mejor conoce los entresijos del frontón hernaniarra. Reconoce que llegaron a calificarles de locos. «En aquellos años, aquí no había nada. Galarreta eran cuatro caseríos. El frontón Urumea estaba en el centro de Donostia y la gente tenía muy poca fe en nuestro proyecto. Es más, algunas de las figuras de la época como Ibero o Arbizu tardaron en fichar por nosotros porque no confiaban. Hasta que no vieron que el tema podía funcionar, ni siquiera se avinieron a jugar en Galarreta».

El empresario oriotarra, de 57 años, recuerda que en aquellos tiempos el remonte vivía un momento crítico. «No es que estuviese en crisis, sino que oficialmente estaba muerto. Los pelotaris se habían dedicado a otras cosas. Después de los Sanfermines del 69, que se jugaron en el Euskal, el remonte acabó su vida definitivamente. Todavía no había empezado a construirse Galarreta y ese mismo año fichamos a los pelotaris que pudimos. Pero no teníamos frontón para jugar. Les hicimos contratos y jugamos en Bera de Bidasoa».

El cuadro se completó con los pelotaris que habían fracasado en el Urumea y en el Recoletos de Madrid. «Empezamos con más de 30, los que pudimos recuperar. Entre ellos estaban Olaberri, Elgorriaga, Pagola, Etxabe I, los Lekunberri, Aierbe, Etxenike, Arizkuren. Las figuras de entonces tenían entre 35 y 40 años. Ibero e Iriarte eran más jóvenes. No había chavales porque las escuelas de remonte habían dejado de funcionar ocho o diez años atrás», recuerda con nostalgia.

Lo primero que hicieron los nuevos empresarios fue subir los sueldos, de forma importante, para que los pelotaris viniesen contentos a jugar a Galarreta. «Según dicen, los últimos años del Urumea fueron deprimentes en todos los aspectos. Había un ambiente malísimo en torno al remonte, los pelotaris estaban despedidos. Hasta que se cerró en octubre de 1968. Un día antes que el Recoletos. Dicen que los gerentes de ambos frontones tenían hecha una apuesta a ver quién cerraba antes. Galarreta supuso una renovación de ilusiones terrible, pero antes de abrirse salió a la venta, de forma impensada, el viejo Euskal Jai de Pamplona, no para jugar a pelota sino para construir. Lo adquirimos y gracias a ello pudimos dar partidos de remonte en un frontón hasta que definitivamente se inauguró Galarreta. ¿Qué es del viejo Euskal? Lo vendimos al Ayuntamiento de Pamplona la primavera pasada».

Los pelotaris estaban muy bien pagados. «Si mal no recuerdo, Pablo Lekunberri, que era el que más ganaba del cuadro, cobraba 2.700 pesetas por partido. Era dinero porque en aquellos años un peón no cualificado ganaba 5 o 6.000 pesetas al mes».

La lucha con el Balda

La historia de Galarreta está ligada al Carmelo Balda, que era un proyecto del Ayuntamiento de Donostia para que se celebrasen allí los Mundiales de pelota de 1970. Por una serie de circunstancias se retrasaron las obras y no pudo acabarse el frontón en esa fecha. Los Mundiales se jugaron finalmente en Galarreta, justo tres meses después de su apertura. «Nos sirvió para que la gente conociese Galarreta. Aquello fue un acontecimiento muy positivo, fue el estreno popular. El frontón se llenaba todas las noches», puntualiza Ercilla.

Se pusieron en marcha las escuelas de remonte y empezaron a debutar los chavales. Al principio se les hacía dar el salto con bastante poco rigor. «Muchos de los remontistas que empezaron con nosotros estaban a punto de jubilarse y había que forzar los debuts. Hasta entonces, lo tradicional era que los festivales contasen con tres partidos. Nosotros pusimos el cuarto para que los debutantes se fogueasen. Y, realmente, durante bastantes años, el nivel del primer y del cuarto partido era muy bajo, mucho peor de lo que ahora». Pablo Lekunberri fue la máxima figura de Galarreta durante muchos años. Hasta que en la década de los 80 surgió la hornada de Intxauspe, Mujika, Agerre y Elizalde.

Vacas gordas y flacas

Eran los años de las vacas gordas. Los mejores coincidieron con la inauguración del nuevo Euskal de Huarte, que funcionó muy bien durante tres temporadas. «Llegamos a tener 70 remontistas en el cuadro profesional y aparte un cuadro propio de pala, cuya figura era Fernando Casado. Dábamos partidos de pala y remonte. La competencia con el Balda era muy dura. No había caballerosidad. Nosotros ya estábamos organizados e intentaron llevarse a remontistas. Con algunos lo hicieron. Incluso ficharon al portero de Galarreta».

«Dábamos más o menos el mismo número de festivales que ahora, cuatro a la semana. Lo que sí había era partidos por la noche -añade-. Entonces la cesta punta llenaba los frontones. En verano venían de Estados Unidos a jugar media docena de partidos pelotaris como Txutxo Larrañaga, Ondarrés, Txurruka… Eran dioses. Había mejores taquillas, pero quizás el jueves había menos entrada que ahora. Entonces, el domingo era un día tan bueno como el sábado, pero hoy en día se ha minimizado. Es de los más flojos. El día rey era el sábado y de media venían entre 500 y 600 personas. Todavía recuerdo el festival del día siguiente a la inauguración. Era un domingo, con partidos normales, y se dieron cita en las gradas 600 personas».

Pero también llegaron los años de vacas flacas, concretamente de 1990 a 1995, los inmediatamente anteriores hasta que apareciesen Ezkurra, Lizaso… «Estaban Matxin, Elizalde, Agerre… Mujika se había retirado e Intxauspe también tuvo que dejarlo por una lesión. Otros pelotaris interesantes como Prat o Gorriz también tuvieron mala suerte con las lesiones. Pelotaris de aquella época recordarán que debieron esperar un mes para cobrar y cosas así. Fueron años muy duros. Ha habido malos momentos, pero nunca hemos pensado en tirar la toalla».

Según Ercilla, «el sueño sigue vivo y la empresa sigue funcionando. Si no, no estaríamos sacando gente joven y trabajando con las escuelas. No son los mejores tiempos, pero tampoco los peores. Nuestra obligación es luchar por la continuidad del remonte con todos los medios a nuestro alcance. De hecho, hay ahora un nivel de juego bastante bueno, pero quizás no se ve a un delantero con un futuro inmediato. Si ahora mismo pudiésemos dar a conocer que ha salido otro Koteto Ezkurra de 20 años, sin duda sería un revulsivo para la modalidad». El zaguero de Saldías, Miguel Mari Urrutia, es el nuevo valor de los 41 pelotaris que integran el cuadro. «La gente viene a verle y eso es bueno», concluye Ercilla.

3 comentarios en «El orgullo del remonte»

  1. Me parece fantástica la idea de «resucitar» la maltrecha pala con iniciativas como la de Agirre que se inician en el Deportivo a partir de mes de junio. Es fácil opinar, pero no por ello hay que dejar de hacerlo y esoy de acuerdo que la clave está en la promoción. Hay que televisar más, pero sin olvidar que hay que llevar a la gente al frontón a ver pala, cesta y remonte. La gente tiene que experimentar el espectáculo no solo visual, sino también auditivo de la pelota contra el frontis, el ambiente, etc… Insisto: la gente no sabe lo que se está perdiendo. Está sin descubrir en muchas zonas de España y en el extranjero. Fuera complejos frente a otros deporte más promocionados. Animo a luchar y a los empresarios verdaderamente mprendedores a arriesgarse.
    Iñaki, desde Madrid

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