El zaguero de Bera vence 22-20 en un entretenido duelo a Carlos Armendáriz
Diario de Noticias
Una victoria a los 39 tiene que sentar a las mil maravillas. Al menos, así parecía que había recibido el triunfo Inaxio Errandonea, que ayer doblegó a Carlos Armendáriz, de 35, en la final del Cuatro y Medio Oficial, organizado por la empresa Frontis y con el respaldo de la Federación navarra.
Fue un partido entretenido, con un Labrit sin mucha bulla, y en el que los dos zagueros ofrecieron detalles técnicos de gran calidad. Se les nota a ambos que la edad ha hecho mella. Lo evidencia la velocidad de la pelota o el escaso juego de aire ofrecido por los finalistas, pero es una delicia verles marcar cada uno de los 378 pelotazos dados a buena.
La gran altura de los contendientes elevó la categoría de la final y la ilusión de ambos por obtener a sus años una txapela individual que se les había negado en la juventud con la competencia que había.
Armendáriz desplegó su mayor golpe en los primeros compases, marcando el territorio, pero Errandonea no se dejó avasallar. Tiró de manual y le hizo la vida imposible al de Orkoien en los cuadros delanteros. El dos paredes fue su perrería habitual, ejecutado con un tacto exquisito. Cuando Errandonea golpea el cuero, la pelota no suena tan tosca como con los fortachones de ahora. Se encarga de envolverla de un sabor propio y la dota de efecto y buena dirección. Así logró restar las pelotas que Armendáriz mandaba, siempre buscando las cosquillas con la distancia.
El choque transcurrió igualado, con tantos animados, y con el azul intentando arrimar al colorado a la pared. Mientras, Inaxio prefería acudir al catálogo de dejadas y remates. Y cada uno se iba labrando su camino hasta que en el epílogo se encontraron en la encrucijada.
Armendáriz, que perdía 19-18, sacó y rabió en todo lo alto al cometer una falta con el disparo inicial. Ese genio le valió para incomodar a la zurda del de Bera que falló en el 20-19 y, luego, para igualarle a 20 tras realizar un dos paredes, que fue contestado, y una volea, ya mortal.
Se respiraba la tensión y, acabó claudicando quien más acusó los nervios. El de Orkoien erró un zurdazo muy pegado al frontis y, en el último tanto, su dos paredes botó en la contracancha. Errandonea alzó los brazos y se lo creyó. Era campeón individual. Por fin, después de una vida dando lecciones, le tocó el premio.