Así recogen nuestros colegas el gran triunfo del pelotari riojano.
Titín, campeón (Nafarrate, La Rioja)
Qué gran día. En todos los sentidos. Primero por el éxito de Titín.
Enhorabuena campeón. Y segundo, porque el rival que tuvo enfrente y su
enorme pundonor, hacen, si cabe, más valiosa la chapela. Y un enorme
diez para una afición entregada, contagiada por la magia de su
esforzado paisano, que se rindió de emoción ante su gesta y continuó
coreando su nombre hora y media después del triunfo.
Titín reina en su laberinto (Lezeta, Diario Vasco)
Titín convierte la jaula del cuatro y medio en un laberinto repleto de curvas, de obstáculos, de paredes altas, de trampas, de puertas que sólo se abren para él. Achica las distancias, acelera, obliga a jugar dentro del tres, no da tiempo a pensar y muestra más recursos que nadie en ese terreno. Mientras él encuentra siempre una salida, una solución, el resto choca contra el obstáculo, se estrella contra la pared, queda atrapado en la trampa o se sale en alguna de las curvas.
Así en la tierra como en el cielo (Ortuzar, Deia)
Felicidad compartida. A partes iguales. En la tierra y en el cielo. Augustín y Augusto. Los dos ejes en los que respiró y palpitó Titín III ante Abel Barriola en la final del Cuatro y Medio disputada ayer en el Ogueta de Gasteiz. Augusto por él, por su padre, por su madre, por su mujer, por sus hijos, por sus hermanos y por la historia. Una txapela lanzada al viento para que la recogiera Augusto, el Titín original, y se la cale con orgullo de padre en las alturas de Tricio donde el tercero de la saga aprendió los secretos de la pelota. Para que la luzca. Como en un aurresku. Un baile de honor. De hijo a padre. El mejor regalo. El más sentido. Único. El riojano combatió desde las entrañas. Desde el interior del alma. Desde el dolor. Desde el recuerdo. Multiplicado. Por dos. En el nombre del padre.
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