El frontón Astelena de Eibar, escenario privilegiado del último siglo de la pelota a mano profesional, celebra su centenario esta tarde
Joseba Lezeta / Diario Vasco
Hoy sí. El Astelena de Eibar celebra su centenario. Durante muchos años, los eibarreses creyeron que su frontón se inauguró el 24 de junio de 1903, el mismo día que la plaza de toros. De hecho, las Bodas de Oro del frontón, parece que de forma equivocada, tuvieron lugar el 24 de mayo de 1953. Rectificar es de sabios y los actos del centenario se están llevando a cabo en la fecha que les corresponde.
El 24 de junio de 1904, Cantabria y Takolo disputaron el primer partido del Astelena, un mano a mano en el que se jugaron 1.000 pesetas, un dineral en la primera década del siglo XX. Ganó Cantabria 22-17. La pelota era el deporte número uno en el País Vasco y en Eibar decidieron construir un frontón cubierto con un aforo superior a las mil localidades. La Comunidad de Bienes Frontón Astelena, una sociedad con 40 participaciones y presidida por José González Orbea, fue la primera empresa que explotó el recinto.
Poco antes de comenzar la Guerra Civil en 1936, la familia Vidarte, actual propietaria del frontón junto a los Gaztainazatorre, creó una empresa de pelota para explotar el recinto. Enrique Vidarte, abuelo de Fernando, administrador de Aspe en los últimos años, fue su impulsor.
Existen dos teorías sobre el origen del nombre Astelena. Algunos pelotazales veteranos apuntan que la inauguración tuvo lugar un lunes, de ahí el nombre. Otros señalan que la denominación se debe a que los principales festivales de pelota de aquella época se programaban los lunes, tras la jornada festiva del domingo.
El Astelena se incendió hacia 1930. Durante la Guerra Civil, tiempo en el que el frontón permaneció cerrado, una bomba estalló en la parte trasera del recinto. Se ha remodelado en dos ocasiones. Entre el 28 de diciembre de 1969 y el 8 de octubre de 1972 no se ofrecieron partidos. Desaparecieron los palcos, se eliminaron varios cuadros de la parte de atrás para construir el actual pasillo de entrada y se dividieron las gradas en dos pisos. Entonces se eliminó la famosa puerta de acceso al frontón, situada a la altura del cuadro nueve. La gente accedía a las gradas cruzando toda la cancha. La segunda remodelación, menos importante, se produjo en 2000, cuando se sustituyeron las antiguas losas de piedra por un suelo de asfalto.
Gallastegi y el Zurdo
Pedro Mari Iriondo, ex juez de centro, eibarrés de pro y persona ligada a la familia Vidarte, ha sido testigo directo de buena parte de estos cien años de historia. Le resulta dificilísimo distinguir cuál ha sido el mejor partido al que ha asistido en el Astelena: «Yo me quedaría con el que Miguel Gallastegi y Zurdo de Mondragón jugaron a zurdas hacia 1950. El Zurdo era un pelotari de primerísima. Muchos pensaban que era un partido inmontable, que Miguel no tenía nada que hacer. Demostró que sí. Y ganó. Tuvo un mérito increíble».
Los gallasteguistas eran legión en Eibar. Después de ganar 22-0 a Zurdo de Mondragón en un mano a mano -éste con las dos manos- que no se disputó en el Astelena sino en otro frontón, Paco Gisasola, seguidor impenitente del zaguero eibartarra, inauguró un bar al que denominó 22-0. Dicen que duró poco tiempo abierto.
Durante aquellos años destacaron los duelos entre dos delanteros, Atano VII y Dionisio Onaindia. «Cada enfrentamiento se convertía en un acontecimiento fuera de lo común», recuerda Iriondo. «Eran más que rivales, tanto dentro como fuera de la cancha». Aunque Iriondo no entra en más detalles, el duelo tenía tintes políticos en los años de posguerra. Atano VII era carlista y Onaindia, nacionalista.
Pedro Mari Iriondo relata lo que vio en esos duelos: «Para Akarregi, el mejor delantero fue Onaindia; para Gallastegi, Atano VII. Onaindia era elegante, tenía dos manos preciosas. Jugaba a bote y movía la pelota con precisión matemática. Nunca jugó mano a mano, pese a que recibió ofertas fabulosas para hacerlo. Atano VII, por su parte, tenía todo, incluida una volea fabulosa. Creo que fue el primer pelotari que derrotó mano a mano a Miguel Gallastegi».
Hay pelotazales de Eibar a los que ha sorprendido la ausencia de fotografías de Marino, un pelotari local de los años 30, en la exposición que alberga el Astelena con ocasión de su centenario. Marino tiene una anécdota preciosa. «Durante la Guerra Civil estuvo en la cárcel», señala Iriondo. «Regresó a Eibar y Enrique Vidarte le puso un partido. Marino era un pelotari sin excesiva fuerza. Cuando entró al vestuario hizo un comentario: ‘El Astelena ya era demasiado grande para mí y ahora con un cuadro más…’. Nos sorprendió porque el frontón conservaba las mismas dimensiones. Nos dimos cuenta luego. Se refería a un cuadro que colgaba en la pared con la imagen de Franco».
Iriondo conserva en la memoria el festival de las Bodas de Oro del frontón: «Cantabria, que jugó en la inauguración del frontón, lanzó al aire una moneda de oro para dilucidar a quién correspondía el primer saque». Tampoco olvida «un partido de parejas que jugaron García Ariño I y Soroa contra Ogueta y Etxabe X. Fue un partido grande. Los cuatro estuvieron inmensos, pero destacó Ogueta. Lo bordó».
Triple falta de saque
Iriondo también asistió in situ a una jugada curiosa de Ogueta: una triple falta en el mismo saque. «Creo que se trastabilló. Hizo botar la pelota por delante de la raya. Primera falta. Luego, la pelota pegó por encima del fleje de la pared izquierda. Segunda falta. Y no pasó la raya del cuatro. Tercera falta».
El lanzamiento de boinas como premio a un buen tanto era habitual. «Tomas Errasti, seguidor de Barberito, le lanzó dos onzas de plata a su pelotari en un mismo partido. Fue sonado. Lanzaban hasta puros. Cigarros puros, no colillas. Algunos eran como los que fumaba Churchill en aquella época. No me llevé ninguna onza de oro a casa, pero sí fumé algún puro de los que cayeron a la cancha».
Txo de Bermeo es un pelotari inevitable cuando se habla de situaciones curiosas. «Estaban veintiuno iguales y vino al cesto para cambiar de pelota», apunta Pedro Mari Iriondo, juez de centro en aquel partido. «El público estaba nervioso y alguien que había apostado por él le gritó: ‘Aúpa Salva’. Txo se giró y contestó: ‘Salva no, sálvese el que pueda’».
Como juez de centro, a Iriondo le ha tocado escuchar alguna que otra bronca: «La mayor fue en un mano a mano entre Tolosa y Etxenagusia. En mi opinión, la pelota tocó por encima del fleje en la pared izquierda y señalé falta. Debí equivocarme. Como dijo en su día El Gallo, un torero, hubo división de opiniones: unos se acordaron de mi padre y otros, de mi madre».