Los piques, la salsa de la pelota

La rivalidad entre pelotaris forma parte de la historia de la pelota. Irujo y Olaizola I protagonizaron el último capítulo el sábado en el Atano III
ENRIQUE ECHAVARREN / Diario Vasco

Juan Martínez de Irujo y Asier Olaizola protagonizaron el sábado en el Atano III de Donostia, durante la disputa del segundo partido de la semifinal del Campeonato de Parejas, un nuevo episodio de máxima rivalidad entre pelotaris. Ambos tuvieron sus más y sus menos en la cancha. «Estoy bastante hartito de que se me cruce, esto viene de largo», declaró el delantero de Ibero. El mayor de la saga de Goizueta tampoco se quedó corto. «Irujo se ha dedicado todo el partido a criticar, quien no cabía en la cancha era él».

La historia no es nueva en el mundo de la pelota, un deporte en el que los piques entre pelotaris han sido una constante década tras década. Los pelotazales más veteranos aún recuerdan los enfrentamientos entre Onaindia y Atano VII en la postguerra. Eran algo más que un partido de pelota. Mucho más.

Ni el paso del tiempo y ni el relevo generacional, con la aparición de nuevas figuras, logró cambiar el decorado. Fernando Tapia recuerda que «en mi época -refiriéndose a la década de los 60 y 70- había muy buenos pelotaris como los Arriarán, Azkarate, los Ariño, Andueza, Atano X o mi hermano Juan Ramón, al que se le llamaba por aquellos tiempos El Cordobés de la pelota. Había una gran rivalidad, pero nada comparable con los duelos entre Ogueta y Barberito. Aquello era otra cosa. Llenaban los frontones cada vez que se jugaban mano a mano o al cuatro y medio, sobre todo en la Rioja Alavesa y se apostaba mucho dinero a favor de uno o de otro».

Cada uno a lo suyo

«En el vestuario se llevaban bien, pero en la cancha cada uno iba a lo suyo -señala el gran zaguero azkoitiarra-. Quizás la rivalidad era mayor fuera de la cancha, entre sus partidarios. Barberito ha sido uno de los mejores delanteros que he conocido, un genio. Le lanzaban txapelas a la cancha y ni se inmutaba. Ogueta, en cambio, tenía más potencia».

Ladis Galarza fue actor principal de uno de los piques más famosos de la pelota, el que protagonizaron él y Julián Retegui durante más de tres lustros. «Julián y yo sólo jugamos juntos en Empresas Unidas el año que debuté y los dos últimos en Asegarce antes de retirarme. El resto fuimos rivales directos. Nos llevábamos bien en el fondo. Después de tanta rivalidad, luego queda una amistad. El nuestro no era el único pique sonado. En los años 70, los partidos entre Oreja III y Retegui I tenían mucha miga y también los Vergara II-Piérola, donde saltaban chispas».

El mítico zaguero de Baraibar, campeón del Manomanista en 1991 y 1992, desvela que «yo he visto a pelotaris entrar a vestuarios pegándose, he presenciado bonitas enganchadas, pero no es lo más habitual. También he visto a pelotaris que con un gesto han inducido al público en contra de un determinado pelotari. Eso no está bien. Hay que ser más caballero en la cancha».

La polémica entre Martínez de Irujo y Asier Olaizola en la semifinal le trae viejos recuerdos a Ladis. «¿Estorbadas? Como Julián era delantero y yo zaguero, en nuestros partidos no solía haber demasiados roces. En cambio, Vergara II sí que tenía una rara habilidad para cruzarse adelante. Se vendía de gancho y se te echaba encima».

Para Ladis Galarza «los piques han existido siempre. Si son sanos, no pasa nada. Además, son buenos para la pelota. Sin ellos no habría aliciente. Deben seguir existiendo, pero siempre sin perder los papeles».

Sin perder los papeles

Y llegamos a los años 90, en los que Rubén Beloki y Patxi Eugi pugnaron por la supremacía de la pelota. «Tenían una rivalidad muy fuerte, pero se arreglaban muy bien en el frontón. Siempre han sido amigos, a pesar de las diferencias que tuvieran en la cancha», declara Martín Ezkurra, el inolvidable botillero de Julián Retegui, quien también aconsejó a Eugi desde la silla durante un lustro antes de retirarse.

«Patxi y Rubén siempre han estado picados por ganar -añade-, pero era una envidia sana. Fíjate, después de los partidos, incluso en las finales, íbamos a cenar todos juntos. El público siempre toma partido por un pelotari, pero ha de existir un orden. Nunca me ha gustado que los pelotaris se lleven mal, eso hay que evitarlo».

A lo largo de 30 años como corredor, Juan Luis Arrarte, que también fue puntista durante tres lustros, ha sido testigo de mil y una anécdotas en los frontones. A su memoria le llegan imágenes de los duelos «entre pelotaris de Eskulari y Empresas Unidas. Los partidos entre Vergarilla y Maíz contra Laduche y Tolosa tenían mucha salsa. Y también los Lajos-Retegui I. Recuerdo que en 1972 no se llegó a jugar la final del Manomanista porque Lajos no estaba de acuerdo con el material».

Estos partidos de tanta rivalidad también tenían su incidencia en las apuestas. «En los Lajos-Retegui I había mucho pique de dinero, incluso existían clanes a favor de uno y otro. El de Eibar le seguía a Juan Ignacio a todas las finales. Julián también tenía muchos partidarios. En aquellos partidos echaba más papeletas que otros días, pero nunca he llegado a acabar el taco. Eran tiempos en los que se jugaba mucho dinero. En Eibar, en los años 60, con el boom de la construcción, había dinero por todas partes y el público apostaba con más alegría».

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