Ogueta, una revolución en la pelota

Los mayores le recordarán por su forma de jugar o su elegancia, pero para los más jóvenes José Mari Palacios, Ogueta, era, además de un mito en el mundo pelotazale, el presentador de la televisión, ese que llevaba cada fin de semana a cientos de hogares lo mejor de este deporte. El 21 de abril del 2002, Ogueta el mundo pelotazale lloraba la muerte de Ogueta, el "ciclón alavés".
Conocido y querido tanto por pelotaris como por aficionados, Ogueta nació un 2 de septiembre de 1935 en la calle Arana de Vitoria, donde su padre trabajaba como albañil y a los seis años la familia se trasladó a Bernedo, donde él empezó a dar sus primeros pelotazos en el frontón. A los 13 años se vistió de blanco por primera vez y a los 16 ya era campeón de España después de batir a Esparza en la final del Torneo Federaciones disputada en Burgos.
El primer contrato que firmó con Empresas Unidas le reportaba 1.200 pesetas por partido. Su excepcional calidad y el espectáculo que desplegaba en la cancha hizo que en siete meses ya cobrara 5.000 pesetas por encuentro. Pasaron los meses, y el nombre de Ogueta se agigantaba. Los frontones se llenaron y, por primera vez, se deja sentir la presencia femenina en las gradas.
Si con 16 años tuvo su primera victoria, las más sonadas serían las que le proclamaron campeón manomanista en dos ocasiones; en 1958 y 1959. La primera le enfrentó Arriaran II en 1958 en el Beotibar. Ogeta tenía 23 años y ganó cómodamente (22­7). Un año después, en 1959, repitió ante Ariño I en Bergara (22­13). Hilario Azkarate le arrebataría su tercera txapela en 1960 en la final jugada en el Astelena. Pero sobre todo destacó por su espectacularidad en los duelos por parejas, en los que concedió grandes ventajas a sus rivales de la época. Muchos de los que vieron en acción a Ogeta dicen que fue el mejor que ha habido y que habrá por parejas, de hecho, mereció el nombre que le puso la afición de "el ciclón alavés".
Es recordado por lo mayores el desafío que le enfrentó en 1952 al navarro Esparza, que se había proclamado campeón en el Mundial de San Sebastián en el que a él no le permitieron participar. Miles de personas se quedaron a las puertas de los frontones de Gasteiz y Pamplona sin poder presenciar aquel mítico enfrentamiento disputado a ida y vuelta. Se cuenta que con toda aquella gente se podía haber llenado un campo de fútbol. Y es que en gran medida, Ogueta fue el pelotari que revolucionó el mundo de la mano. Llenó frontones como, dicen, nadie ha vuelto a hacerlo.
De él se recordará, sobre todo, su forma de jugar, su elegancia en la cancha y su filosofía del ataque. Fue dueño de un olfato especial para acabar los tantos. Su mejor expresión, el gancho. No ha habido nadie que haya ejecutado esta jugada con tanta belleza y exquisitez como él. Sin duda, marcó un cambio de tendencia en la forma de concebir el juego de pelota.

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