El de Leiza elimina al último vizcaino en liza y se enfrentará a Xala en los cuartos de final
César Ortuzar / Deia
El recuerdo perseguirá a Agirre durante un tiempo. Necesitará una ducha fría para relajar la invasión de sensaciones opuestas que vivió ayer en su enfrentamiento con Oinatz Bengoetxea en el municipal de Bergara. Agirre pasó por los dos barrios, el desesperanzador y el ilusionante. Estuvo penando durante mucho tiempo y alcanzó a ver el rayo que no cesa, el de Miguel Hernández vestido de verde. Con la palanca de la tenacidad estuvo a punto de volcar un marcador pesadísimo, paso del 10-20 al 19-21,pero el destino sólo le dejó ilusionarse en el lago del sufrimiento donde casi naufraga Oinatz que alcanzó el puerto de los cuartos de la jaula.
El joven delantero de Leiza fue un huracán hasta que el fuelle y los nervios le aplacaron. Agirre salió desnortado, con la mirada en el suelo y acumuló varios fallos. Oinatz bombeaba a pleno rendimiento, sus dejadas de izquierda eran un suplicio para Imanol que o no llegaba o lo hacia mal. Además cuando sus piernas intuían la jugada, su cabeza y después la ejecución mandaban al garete el esfuerzo. En ese trecho el navarro colocó varios saques al de Artea que jugaba sin foco, con la tensión comprimida en los trapecios. Era como si su cuerpo no pudiera liberarse para jugar. Oinatz disfrutaba. Ejecutó dejadas, dos paredes y le dio mucha profundidad a la pelota. Agirre jugaba a contrapie. Oinatz aprovechó todo eso y le colocó un 10-20 que parecía capitular la aventura de Agirre.
El tropezón de Oinatz
El navarro estaba desatado por completo ante un Agirre tieso. Ocurrió que en un remate fácil, el frontis escupió el cuero sobre el cuerpo de Oinatz. Esa jugada graciosa nubló el horizonte del de Leiza. Imanol, un fajador, se agarró a la esperanza y ante el desplome físico de Oinatz recuperó terreno. Conquistó nueve tantos consecutivos. En el último, con 19-21, Oinatz soltó una dejada al ancho que Agirre restó pero la pelota cayó sobre la raya, la frontera a su sueño.