González y Apraiz cuentan su experiencia en un torneo en el que las parejas variaban cada jornada
Juan Luis Ibarretxe / Deia
Las txapelas, se dice, demuestran la regularidad de un pelotari en una competición. Pero en el Biharko Izarrak de Mallabia, esta máxima adquirió su grado máximo, puesto que tanto Oinatz González como Apraiz, han tenido que jugar con cinco compañeros distintos antes de obtener el título, por lo que han confirmado que saben jugar con todo tipo de pelotari. Apraiz era el más explícito al señalar lo que se le pasó por la cabeza cuando le llamaron y le dijeron que su zaguero iba a ser diferente cada día. «Al principio no me lo creía, pensé que era una broma, pero luego ya nos explicaron todo bien y ha resultado muy bonito», subraya. Su compañero en la final también reconoce que «me impresionó la idea, yo tenía algo de miedo porque nunca había jugado así, pero he estado muy a gusto».
Los dos manistas admitieron que este sistema de competición es el idóneo para valorar la calidad de cada uno, puesto que, según Oinatz, «puede haber un zaguero más pegador y otro que sea más seguro, pero hay que saber jugar con todos». Alexis tiene una opinión parecida acerca de la variación de los dúos y añade que «este sistema es mejor que el habitual, ya que aquí debes ser regular».
Ninguno de los dos txapeldunes quiso destacar a ninguno de los cinco compañeros que han tenido y ambos destacaron el buen ambiente que reinante entre los participantes. Pese a ello, González recalcó que «Apraiz fue, sin ningún tipo de duda, el mejor de la final».