Pablo Almárcegui
El pasado sábado colgaba el remonte el penúltimo de una larga y fructífera saga de siete pelotaris, Ángel María Lecumberri Ardanaz (Arre, 1965), hijo y sobrino de remontistas de leyenda (Ángel y Pablo Lecumberri), zaguero ganador, buen compañero, pelotari pundonoroso y curtido en más de mil batallas (2.308, para ser exactos). Ángel Lecumberri ha sido un testigo irrepetible de la historia reciente de este deporte especialmente en un escenario, el Euskal Jai Berri, un frontón en el que ha vivido el apogeo del remonte, su declive, su riesgo de desaparición y los esfuerzos por salir a flote en los que se halla hoy en día.
Se despide después de 19 años como profesional del remonte.
Creo que el cuerpo me hubiera aguantado más, pero en septiembre se acababan los contratos y la empresa consideraba que, en virtud de las programaciones, no había todos los huecos disponibles que le gustaría. La oferta era jugar menos partidos hasta diciembre. Era una buena oferta económica, incluso mejor que la que tenía ahora, pero yo necesito competición, por mi forma de jugar… y para bajar mi nivel, no me merecía la pena. La oferta deportiva me parecía fundamental para no aceptar.
¿Qué balance hace de toda su carrera, desde 1988?
Tengo una mezcla de sensaciones. Por una parte me quedo satisfecho, me parece que he cumplido… pero, por otra, aunque he ganado muchos torneos pequeños, no tengo ninguno grande. Tengo cuatro subcampeonatos en Campeonatos de España y dos trofeos al mejor pelotari. He logrado txapelas de las pequeñas: San Fermín, San Fermín Txikito, Villa de Huarte… pero no he conseguido ninguna de las grandes.
¿Qué le ha faltado para logarlo?
En parejas lo tuve cerca en 1994, un año en el que jugué junto a mi primo Martín frente a Elizalde-Etxabe. La final fue en el Euskal, donde Elizalde y yo estábamos considerados como el mejor delantero y el mejor zaguero. Pero ese día sucedió que Etxabe jugó la tira, y nos limpiaron. Se había levantado además bastante expectación, porque mi padre y mi tío, el padre de Martín, habían conquistado la txapela en 1977… había por ahí un cierto componente sentimental, pero no pudimos ganar.
¿Y en el individual?
El mejor campeonato que he hecho nunca fue uno en el que me tocó en el mismo grupo con Matxin y Agerre, dos pelotaris que habían sido ya campeones y que partían como claros favoritos. Salí a jugar en plan a hacer lo que se pueda… y resultó que les metí dos palizas impresionantes; pero, luego, caí en semifinales contra Aizpuru. Cuando salía como favorito o la cosa estaba igualada, me ponía nervioso. Eso me ha pasado muchas veces: acabar de jugar y decir: “Jugaría 15 tantos más…”… y mi contrario estar reventado, pero ganarme: correr como nadie y perder como siempre. Me fallaba la cabeza, no he sabido jugar bajo presión.
Pese a eso, sus números como pelotari marean: 2.308 partidos jugados, con más victorias (1.188) que derrotas (1.120).
A mí, más que esas cifras me gusta hablar de la cantidad de tantos a favor respecto a los tantos en contra (81.118 hechos por los 79.661 recibidos). Eso indica que, cuando has ganado, has dejado hueco; y que cuando has perdido, te has arrimado bastante a la meta. Quizá ha sido por mi forma de jugar, de no entregarme nunca. Eso, realmente, al final de una carrera deportiva se nota.
¿Esa forma de jugar, su pundonor, ha sido lo que más le ha caracterizado?
Yo creo que sí. Eso lo aprendí de mi padre y de mi tío. El frontón, quitando la televisión, ha vivido siempre de la apuesta. Tú tienes que salir a la cancha como si el público que juega dinero por ti estuviera jugando con tu propio dinero. El pelotari es una entidad de crédito: el público que acude al frontón apuesta por ti, pero no sabe si te duele una muela, si has comido mal, si no has dormido bien… confía en un nombre. Lo que no puedes hacer es defraudarle. Has de salir a por todas, y hacerlo todos los días. Después, en función de cómo estés de juego, puedes hacer tanto o tirar la pelota al colchón… pero siempre hay que darlo todo.
¿Agobia esa presión de la apuesta?
No, yo creo que siempre tienes que ser tú mismo.
¿El remonte ha cambiado mucho desde que empezó a jugar?
Un montón. Lo que permitía hacer la cesta de paja sobre la de plástico dista un mundo, hubo un cambio de materiales que no me ha convencido: a mí lo que me gustaba era darle a la pelota, y hacer un juego más físico que técnico. Lo que no puedes hacer es cambiar de estilo 15 años después de empezar… Ahora, el tanto es más largo, predomina la defensa sobre el ataque; antes, no se peloteaba tanto ni por el forro. Las funciones en el Galarreta de Hernani duran ahora una eternidad. Recuerdo que antes jugaba el cuarto partido y llegaba a casa a como tarde a las nueve de la noche, en un Seat 127 viejo y por la carretera antigua. Ahora volvemos por la autovía y llegamos a las diez.
¿Y ese juego no le beneficia a usted, por su alto desgaste?
Se hacen muchos más kilómetros, pero lo que andan son las piernas, no las pelotas. Yo he leído que Lizaso es el mejor defensor de la historia… y no le quito nada, Iñaki es un pelotari muy técnico, un malabarista. Pero si puede hacer esto, es porque le da tiempo. Hace 15 años, no le daría tiempo a llegar a la pelota desde el ancho hasta la pared. Antes había muchísima más velocidad en el juego. Gente como Bitoria, antes sufría mucho porque el brazo se le resentía, había que hacer mucha fuerza para contrarrestar el pelotazo. Ahora, en cambio, oigo a muy poca gente decir que tiene el brazo cargado. La pelota de ahora, además, no es la misma con la que yo aprendí.
Ha jugado en 10 frontones, en especial en el Euskal Jai Berri y en Galarreta. Llama la atención la diferencia de rendimiento en uno y otro (55 % de triunfos en Huarte por un 48 % de victorias en Hernani).
En el Euskal es donde aprendí, y mi juego ha estado condicionado a eso. En el Euskal funcionaba mi postura de arriba y, de hecho, creo que soy el único que saca desde el ancho y con esa postura. Con aquél material funcionaba…, pero en Galarreta, no funcionaba tanto.
¿Tanta diferencia existe entre los dos frontones?
En el Galarreta, la postura de abajo hace más daño. En cambio, en el Euskal, el bote va más hacia arriba, y eso me favorecía. A los que venían de Guipúzcoa les pasaba lo contrario que a mí, no se hacían al frontón de Huarte. Eso sí, con el cambio de material, mi postura no ha funcionado. He intentado sacarle el máximo provecho, pero no lo he conseguido. El ejemplo contrario es Etxeberria III: hoy en día es un rival dificilísimo de ganar, porque ha sabido sacarle el máximo rendimiento a este material. Es todo un hueso, dirige muchísimo la pelota. Le ha cogido el truco.
Ha conocido todas las épocas del Euskal.
Sus mejores tiempos fueron cuando yo era un aprendiz. Recuerdo el año 1979, cuando el Euskal era una pasada, cualquier sábado acudían 2.500 personas. En las finales, ya era apabullante, con gente por las escaleras, por el tercer piso, sentadas encima de cajas de Coca-Cola… Se trataba de una instalación nueva y el remonte se puso de moda, tenía una especie de aureola. El frontón se consideraba como un lugar de estilo, como ahora ir al teatro. No es fácil saber qué ha pasado.
¿Qué se daba antes que no se ve ahora?
Para mí, la velocidad en el juego. Hubo un tiempo en el que yo fui el número uno de la zaga en el Euskal, pero me oído a gente decir que iba al frontón a ver jugar el tercer partido entre Ollo y Lecea, porque jugaba Ollo. En tu ego piensas que juegas más, pero resultaba que los pelotazos de Ollo eran increíbles. Hoy, seguro que hay algún brazo como el suyo… lo que ocurre es que el material no acompaña.
¿Aparte del espectáculo del juego, qué ha podido fallar? ¿Marketing, televisión…?
Cuando se retransmitían partidos los martes, creo que la gente los seguía con interés. Creo que TVE los transmitía muy bien. No sé por qué se dejó… de todas formas, el remonte vive de la apuesta, y quizá los jóvenes ahora no se lo puedan permitir… porque si es simplemente por ver la pelota, está claro que es poco más caro que el cine, y puedes estar toda la tarde. Hay algo que no engancha, pero es muy difícil dar con qué es.
¿Qué futuro le augura?
Quizá ahora que se le da un poco más de marketing, o con los partidos en frontones cortos vaya un poco mejor la cosa, no lo sé… Cuando vamos a canchas pequeñas, se ve un juego mucho más rápido: eso es precisamente lo que vivíamos antes en el Euskal y Galarreta, en los frontones grandes, la sensación de gran velocidad. Quizá la clave esté en los frontones cortos, pero yo lo veo un poco peligroso, estamos todos en cinco metros cuadrados. A mí me da miedo, creo que he sacrificado tantos por tener a mi compañero o a mi compañero delante.
Ser remontista ha sido para usted casi una obligación…
Mi tío, Pablo, fue el Ezkurra de su tiempo. Y mi padre, Ángel, fue el Ezkurra aficionado, con 10 campeonatos de España en su palmarés… Cuando mi padre se retiró pasó a ser conserje del Euskal, y fuimos a vivir allí, y mi tío Pablo tenía además el bar de la cancha del frontón… digamos que yo domador de leones no podía ser. Antes de los partidos, con 12 años, mis primos y yo jugábamos con unas cestas pequeñas, y así, al final aprendes.
¿Cómo se define como pelotari?
Luchador, y más físico que técnico. Un poco, como hacía Arantxa Sánchez Vicario en el tenis: ir a por todas. Al final, al ver los números finales, resulta gratificante.
¿Quién ha sido su gran rival?
Por una forma similar a jugar, o de entender el juego, o por quererme parecer a él, diría que Imanol Mújica, un señor dentro y fuera de la cancha. Luego, hubo una temporada en la que Patxi Etxeberria y yo éramos los dos zagueros punteros, ambos nacidos en el 65. Y últimamente, mi gran rival ha sido Aizpuru.
¿El más admirado?
Mi tío debió de ser un crack, pero yo lo vi cuando era muy pequeñito. De los que he conocido, no cabe duda de que Ezkurra, es el que pelotari que ha concedido más ventajas de los que yo he visto.
¿Y el mejor zaguero?
Mújica jugaba un montón, pero ahora veo a Lizaso y me pregunto si se puede jugar más que él… porque lo que hace es inverosímil. O Etxeberria III, al que no hay manera de meterle un tanto. Se suele hablar de los remontistas de antes, pero me he dado cuenta de que, excepto las grandes figuras como Ezkurra, mi tío, o Ábrego, que podrían jugar hasta con pelotas de tenis, el resto podemos fluctuar arriba o abajo muchísimo, según épocas. Recuerdo también especialmente a Mere Arbizu, un pelotari con el que aprendí en la escuela del Euskal. Pesaba unos 120 kilos, estaba ya jubilado… y remontando era todo un prodigio. Parecía como si estuviera tocando un violín.
Los mayores siempre hablan de Ábrego, el Mago de Arróniz.
Mi tío fue un fenómeno y siempre ha dicho eso, que Ábrego era de otra galaxia… pero yo no puedo decir si hubiera jugado con estas cestas y este material.
¿Un partido que no olvidará nunca?
Sin duda, un tercer partido en el Euskal: jugaba junto a mi primo Martín, y ganábamos por 32-29 ante Rekalde-Barrenetxea. Nos pusimos pediendo 32-39, y finalmente ganamos 40-39. Tras tenerlo todo encarrilado, nos remontaron, y ya pensábamos en la bronca que nos iba a caer… pero hicimos los 8 últimos tantos seguidos. Se habían roto todas las pelotas y nos quedaba una super usada… yo creo que ese día nos ganó a todos la pelota, porque hizo lo que quiso.
¿El mejor y el peor momento?
De los mejores no sabría decirte… De los peores, dentro de la cancha, cuando perdimos aquella final del Campeonato de parejas Martín y yo. Y fuera de la cancha, tendría que hablar del tema laboral, en una época de una fuerte crisis para el remonte. Había una tradicional comisión integrada por tres pelotaris, yo formaba parte de ella y se nos puso en la disyuntiva de cerrar el frontón o aceptar unas condiciones que no eran las que queríamos… Pienso que, por entonces, algunos no se portaron bien.
Su último partido fue el pasado sábado 29 de septiembre, en el Labrit. Para muchos, ha sido una despedida un tanto precipitada.
No sé si he llevado bien o no el tema de mi despedida, pero quiero aclarar que se ha hecho como yo quería hacerlo. El jueves 27 de septiembre le dije a la empresa que no quería continuar más que hasta fin de mes… y las cosas se han hecho como me ha parecido a mí. En ese sentido, quiero darle las gracias a Miguel Pozueta (presidente de la Federación Navarra de Pelota) porque de jueves a sábado ha movilizado hasta a una consejera del Gobierno de Navarra para que me diera un obsequio. No estaba ni previsto ni pedido: a mí me parecía que lo más correcto era retirarme de una forma discreta.
¿Seguirá vinculado al deporte?
Algo tendré que hacer, pero no lo he pensado. Es muy difícil seguir jugando a remonte con gente retirada, y creo que no tengo paciencia para entrenar a gente joven… no me veo didáctico. ¡Puedo hacer el camino inverso de Urriza, y coger la pala! La bicicleta me gusta… no lo sé.
¿Y profesionalmente, qué hará?
Ya cuando debuté trabajaba en el Matadero de Pamplona, y en la actualidad soy responsable de Laboratorio de Microbiología del instituto bacteriológico de Lekunberri, trabajo ahí todos los días de 7.00 a 15.00 horas.
¿Echará en falta el remonte?
Los primeros días sí que sientes nostalgia… Sé que ahora mi vida va a cambiar mucho, porque me quedan libres unos días que antes estaban ocupados por los partidos. Seguiré yendo al Euskal, si hay partidos interesantes, si juega mi primo Iñigo, o gente con la que me llevo bien, como Uterga, Urriza o Urrutia… ver venir.
Ángel Lecumberri
-Ángel Lecumberri Ardanaz (Arre, 1965) debutó como remontista profesional el 10 de julio de 1988, en el Euskal Jai Berri.
-2.308 partidos jugados, con 1.188 victorias y 1.120 derrotas.
-1.182 partidos en el Euskal, con 648 victorias y 534 derrotas. 55% de triunfos.
-1.109 partidos en el Galarreta, con 532 victorias y 577 derrotas. 48% de triunfos.
-81.118 tantos hechos por los 79.661 tantos recibidos.
-Casado y con un hijo de 14 años.
-Trabaja como responsable de Laboratorio de Microbiología del instituto bacteriológico de Lekunberri.