Eduardo Gómez / La Rioja
Se veía venirSe veía venir. El segundo de los partidos del Torneo de San Mateo, salvo un milagro, como nos confesaba el corredor de apuestas Berasaluce, que antes fue cocinero que fraile, pues fue un gran profesional que se ganó a fuerza de luchar hasta la extenuación el apelativo de ‘ganapartidos’ y era de los que todos los años pasaba de las cien actuaciones, salvo un milagro, repetimos, el triunfo estaba tan cantado que las apuestas se iniciaron con miles a doscientos a favor de Olaizola II y Otxandorena. El partido quedaba devaluado tras la sustitución obligada de Pascual, pues el voluntarioso Apezteguía no podía hacerle sombra a un Otxandorena sobrio, pero muy pelotari, como se suele decir de quienes mantienen una regularidad de gran efectividad aunque sea sin grandes aspavientos. Total, que enseguida el gentío, que lo hubo en gran número, se concentró en la entrada degustando alguno de los bocadillos que sirve la encantadora Lourdes con una legión de colaboradores -no olviden los pimientos asados que con un vino pueden hacer olvidar una papeleta mal aceptada o el desastre del estelar-, que con esos pimientos pretendía ahogar su disgusto Íñigo Salvidea, gerente deportivo de Asegarce, que no podía ocultar su malestar por el resultado deportivo del estelar, a pesar de que le favorecía a su empresa. Menos mal, nos decía, que el torneo entra en una fase que puede hacer levantar el nivel de la feria, hasta ahora de limitada calidad. Porque ganar con excesiva facilidad, como ocurrió ayer, no es del gusto del respetable. Los bajistas se sientes defraudados y los de arriba ganan menos de lo que quisieran.